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Día cualquiera en el vecindario se veía el sol brillar como naturalmente lo hacía, con la diferencia de un aroma acaramelado en el aire.
Una mujer dulce (literalmente) se paseaba por la pequeña comunidad formada saludando a todo el que se le pasaba con confianza, Chelsea era una persona a la cual le gustaba socializar con todos.
Todos.
Suena a mucha gente, ¿no?
La de cabellos bicolores frenó cuando llegó a la casa de su vecino Wally, la cual ella ya era consiente de que tenía vida y no se quejaba de eso, literalmente ella es un caramelo andante pero ¿por qué esa casa se sentía tan antinatural?
Chelsea nunca fue de aguantar sensaciones muy fuertes y esa casa vaya que tenía una vibra pesada tanto que no se dio cuenta hasta que sintió una gota cristalina caer de su frente.
¿Cuándo había empezado a sudar frío?
Quiso ignorarlo y seguir adelante pero una voz tras ella le hizo detenerse en seco.
─ Buenos días, Chelsea. ─ Wally se había asomado por una de las ventanas de Home. ─ Espero tengas un buen día. ─ La de ojos miel asintió de la manera menos nerviosa y más convincente que pudo y simplemente escapó hasta la casa más cercana.
Desde que la chica llego al vecindario había sido discretamente repelente con Wally y Home, muchos dirán que es paranoia incluso ella sin embargo siempre, SIEMPRE ella confía en su paranoia.
─ ¿Problemas con abejas? ─ Preguntó Frank al ver a su vecina llegar tan alterada.
─ Peor. ─ Chelsea se secó la frente con un pañuelo. ─ Ahora les llaman nervios.
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