Osvaldo Palacios.

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Osvaldo Palacios estaba loco.

Es una forma curiosa de describir a una persona, pero ciertamente es una de las pocas palabras que realmente pueden definirlo.

- ¿No cree que es demasiado, maestro? -Preguntó Roier, su aprendiz. O mejor dicho: su rata de laboratorio.

- Sé lo que hago, muchacho -Murmuró mientras dejaba caer la quinta gota de líquido verde en el tubo de ensayo. Había una enorme arruga en su frente debido a la excesiva concentración.

- Demasiada cantidad puede ser letal, maestro -Intentó advertirle.

- ¡Calla! -Le ordenó con enojo. Mientras lo hacía dos gotas más cayeron al tubo de ensayo. Si Roier no hubiera obedecido, aquel proyecto clandestino no se habría concretado.

Si Roier no hubiera obedecido, eso no habría sucedido.

- Está listo -Susurró con fascinación luego de unos minutos.

El líquido olía mal, y ciertamente se veía mal, pero Osvaldo lo miraba como si fuese la cosa más hermosa del planeta.

...El planeta que dentro de pocos días se vería amenazado por su creación.

- Ven acá, muchacho -Lo llamó. Había llenado una jeringa con el líquido del tubo de ensayo, y parecía una cantidad tan pequeña de aquella solución que nadie común habría pensado que podía ser letal-. Vamos a despertar tu cerebro.

El aprendiz obedeció.

No le importó ser el primero. El maestro siempre le concedía esos honores, y él los aceptaba, pues era demasiado idiota.


Primero sintió un pinchazo en el brazo, y luego lo invadió la sensación de algo frío recorriendo sus venas.

Al final hubo tanta normalidad que esto debió haberlos advertido de que algo muy malo estaba por suceder.

Roier estuvo recluido en el laboratorio clandestino de Osvaldo durante tres días. En este tiempo el loco realizó todas las pruebas necesarias para finalmente llegar a la conclusión de que su experimento no había funcionado.

El cerebro de Roier no había despertado. El cerebro de Roier seguía funcionando como el de una persona normal.

Osvaldo Palacios estaba loco y echó a su joven aprendiz porque se sentía enojado. No le importó que no tuviese hogar, ni dinero, ni ser su padre adoptivo.

Un mes después un virus letal apareció. Un mes después Roier estaba muerto.

VIRUS LETAL.  RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora