bresh. (cuti romero y licha martinez)

4.

la lluvia caía pesada, resonando en todas las calles como si fueran piedras sobre un techo de chapa. pronto una persona cruzó corriendo los charcos de las veredas, poco importándole estarse mojando de pies a cabeza.

solo quería escapar.

cuando llegó a una distancia prudente del problema, frenó en seco. se sostuvo con las manos sobre las rodillas, recuperando el aliento mientras sentía su corazón explotar en cada palpitar dentro de su pecho.

no solo había sido la carrera lo que mantenía su corazón estrujado.

las imágenes de lo que había ocurrido hace poco menos de veinte minutos lo persiguieron tanto que su cabeza comenzó a latir y una molestia fuerte se sintió en lo alto de su nuca.

quería gritar, vomitar y desmayarse.

se mantuvo en esa posición y luego comenzó a caminar para regular su respiración. el solo hecho de pensar que su familia le pregunte qué había pasado lo hacía-

giró hacia un costado y vomitó sobre la vereda.

no podía pensar bien, sentía que el corazón le iba a explotar en el pecho y que su bilis paseaba por su garganta de forma rápida.

pensó en qué hizo mal, qué hizo para merecer tal castigo de dios.

pensó en cuál había sido el error que cometió para terminar besando a su mejor amigo.

no concebía cómo pudo pasar. repasó mentalmente todo su vínculo con él hasta que frenó en varios recuerdos que en su momento no llegó a analizar, pero que ahora definían lo que para él fue el principio del fin.

sus nudillos punzaban enrojecidos mientras su cabeza repasaba las memorias guardadas de la sonrisa brillante de su amigo, la suavidad de su pelo, la calidez de los pocos abrazos que había logrado robarle porque cristian era un "tipo duro", según él.

tan duro que apenas cortó el beso, lo golpeó.

se vió a sí mismo en la figura de su amigo en el piso, rogándole que pare mientras él sobre su cuerpo arremetía con fuerza, impactando sus puños en cualquier parte.

intentaba golpearse a sí mismo, usando a su mejor amigo como saco de boxeo.

viendo en sus ojos el mismo terror que él vería en el espejo, una vez cambiado y bañado.

sostuvo su peso en la pileta del baño, viendo fijamente su reflejo.

no se asustó de la furia en sus ojos, no se asqueó de la violencia que lo había orillado a lastimar no solo físicamente, sino también de una profundidad emocional, al amigo que más quería. ni siquiera se inmutó cuando esa violencia lo llevo a partir el espejo de un puñetazo.

porque lo único que lo había rabiado, asqueado y hecho sentir una completa mierda, fue el atisbo de dolor que se vió en el fondo de su mirada y se sintió en lo profundo de su pecho.

ese dolor, que le delataba como no quería, le dejaba en claro que había abierto las puertas de lo que él consideraba un infierno para sí mismo.

el infierno de haber dejado salir a la luz su verdadera naturaleza y ver que la única persona que no lo soportó fue él mismo.

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