III | Honor and truth

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Natasha despierta de golpe cubierta de sudor y aterrada, tarda unos minutos en identificar donde se encuentra y finalmente deja escapar un suspiro. El cuarto rojo no es un agradable recuerdo, aún más cuando se repite cada noche, sin embargo, a medida que su respiración se regula puede observar desde su posición al soldado que duerme en el minúsculo sofá en la estancia, está hecho un ovillo y tiene medio cuerpo en el aire. Natasha se levanta, deseosa de algo que la distraiga y con cuidado se dirige hasta Steve.
Se arrodilla a la altura del rostro, que para su sorpresa le devuelve la mirada con ojos somnolientos.

—Estas despierto, —murmura ella, observando el rostro enrojecido por la presión.

—Te oí levantarte, solo quería saber si necesitabas algo, —él se incorpora de a poco y Natasha se sienta a su lado— ¿tuviste una pesadilla?

Ella desvía la mirada, desde que ambos se mudaron a la cedé de los Vengadores, Steve a sabido de sus constantes pesadillas; jamás ha cruzado esa línea porque entiende lo delicado que es el tema para Natasha pero, se ha manifestado en diferentes formas y la pelirroja es consciente de ello, le ha buscado libros para aliviar los malos sueños, ha preparado bebidas calientes y en una ocasión se mantuvo sentado fuera de su habitación esperando a que ella se volviera a dormir. Finalmente, ella asiente.

—¿Quieres hablar de ello? Leí que es bueno para dejarlas ir.

—No, en realidad no. —responde y vuelve a mirarlo— Solo, ¿puedes dormir conmigo?

Steve se sonroja con violencia ante la propuesta, lo que le roba una sonrisa a Natasha.

—No de ese modo.

—¿Qué? No, ¡no! Yo no pensaba en eso. —aclara con torpeza el icono de America— No, es solo que, no quiero que te sientas incómoda; estoy bien aquí.

Natasha aprieta los labios, quiere decirle a Steve que no lo hace porque él duerme incómodo en el sofá —aunque en el fondo se siente mal por ello—, solo desea aferrarse a alguien que le haga olvidar los fantasmas del pasado. Él parece entenderlo, porque toma su mano y la dirige de nueva cuenta a la recámara, le abre la cama y la arropa antes de dar la vuelta y acostarse del otro lado, cuando finalmente se recuesta, Natasha se acerca a él y pasa una mano por su cintura y enreda sus piernas en las suyas; puede sentir al Capitán tenso bajo su tacto, incluso el brazo que la sostiene por la espalda es rígido y ella siente el violento palpitar bajo su mejilla.

—Gracias, —susurra— se que esto va en contra de todos tus principios como hombre de los 40's.

El rubio deja soltar un suspiro que deja ir toda la tensión de su cuerpo y mira el techo con incomodidad, es cierto, todo en su mente le grita que está haciendo algo incorrecto pero entonces siente su camiseta mojada y baja la mirada para observar a contra luz el rostro hundido en lágrimas de su amiga; Natasha ha pasado un infierno los últimos meses y ahora, tras un largo tiempo encuentra calma en el palpitar del corazón del capitán y su abrazo firme por lo que se deja ser vulnerable aunque sea así, en medio de la noche y por un instante. Steve le acaricia el cabello y la atrae más hacia si, deseando transmitirle calma, toma la mano de ella que descansa sobre su pecho y traza círculos en su dorso.

—Tranquila Nat, estoy aquí, —susurra contra su coronilla— estoy aquí y no iré a ningún lado.

Ella no lo sabe pero Steve hace una promesa aquella noche, se promete a sí mismo y a Natasha que jamás volverá a dejarla ir sola, que no importe cuanto desee alejarlo, él se mantendrá firme junto a ella porque la escena de ver tristes a los ojos más preciosos que ha visto le rompe el corazón. Por otro lado, ella cierra los ojos y suspira en un intento de recuperar su voz, el calor de Steve le devuelve la fuerza que jura haber perdido y tener a alguien le hace sentir una calidez en el pecho que no sentía desde la primera vez que cargó a su sobrino.

—Fui a buscar a Yelena, —susurra después de un rato— es mi hermana, ambas entrenamos en el cuarto rojo y fuimos las únicas en sobrevivir, pero ella escapó y desde hace unos meses me dejó mensajes para encontrarla, así que viaje a Rusia pero, me topé con Hydra y les robé información.

—¿Hydra? ¿Qué tiene que ver con Yelena? —la inquietud se asoma en el tono del rubio y Natasha se levanta un poco para verle el rostro, tiene lágrimas en las mejillas y mechones pegados al rostro que Steve aparta con delicadeza casi como un reflejo.

—El cuarto rojo la convirtió en su espía, es el último rastro que tengo, pero encontré algo más; ellos experimentan con humanos. —susurra— Yelena intento salvar a dos de ellos, a los que sobrevivieron a los experimentos pero la descubrieron y tuvo que huir.

—Te ayudare a buscarla. —Steve se incorpora para verla mejor.

—No Steve, tienes trabajo aquí, los Vengadores te necesitan. —y ella sabe que ha atinado cuando la duda baila en la mirada azul, hay algo más que no le ha contado.

—Nat quiero ir contigo. —responde con firmeza— solo dame unos días, Sam y yo encontramos información relacionada con la muerte de los padres de Tony y creemos que pudo haber sido Bucky bajo el control de Hydra.

—¿Y tú que piensas? —sin darse cuenta, vuelven a la postura original y El Capitan acaricia con sutileza la espalda de la espía en un intento de transmitirle calma.

—Creo que el soldado del invierno lo hizo pero ese hombre no es Bucky, —suspira— solo quiero que Tony entienda eso.

—Entonces, ¿no sabes la verdad?

—No, debemos de viajar a una base abandonada para descubrirlo. —a Natasha le arrulla las vibraciones del pecho de Steve cada vez que habla y poco a poco el cansancio la vence— Solo espero superemos esto.

Y al no obtener respuesta entiende que la agotada espía finalmente se ha quedado dormida, por lo deja un suave beso sobre su coronilla y se acomoda a su lado antes de susurrar:

—Buenas noches, Nat. —y que ambos tengan la mejor noche de sueño que han tenido en muchos años.

The Great WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora