CAPÍTULO DOS
[2]
Martina. Manama, Baréin.—Martina, ¿qué acaba de pasar? —insistió con una urgencia que apretó aún más el nudo de mi garganta. Sin ninguna duda, debía pensar que estaba loca. Completamente ida. Y no lo iba a negar.
Abrí la boca, solo para cerrarla de nuevo. ¿Qué podía decir que no me hiciera sonar como una demente? Sus ojos verdes me recorrían mientras sus cejas se curvaban con hastío. La vergüenza me paralizó por completo, tuve que apartar la mirada de sus facciones.
Volvió a insistir, no lo escuché bien. La valentía se había desvanecido, estaba alterada y no tenía ni idea de cómo solucionar el lío en el que me había metido yo solita. El pulso se me enrabió y las mejillas se me comenzaron a calentar. Resoplé aún sin encontrar las palabras y con Arthur juzgándome desde los centímetros que me sacaba. Cerré los ojos y los volví a abrir para no quedarme sola con mis pensamientos.
Arthur era insensible, sarcástico y arrogante. Esa era la imagen que me había construido de él, ¿por qué no lo había pensado dos veces?
...Era una completa bobada centrarse en eso ahora, porque ya estaba hecho y no había posibilidad de volver al pasado. Mi labio inferior sufrió la frustración. Inspiré despacio por las fosas nasales.
—¿Estás... ahí? —pronunció en tono arrastrado. Le devolví la mirada, por Dios, lo mío eran las palabras, ¿por qué no lograba unir algunas para explicar la situación? Jamás, en mi vida, me había sentido tan estúpida; aunque no era de extrañar, sin duda alguna, ésta había sido la situación más surreal que había tenido que encajar en mis años de vida.
No soportaba más la situación, ni las miradas de los trabajadores en el garaje y mucho menos la insoportable voz de Arthur.
Estaba mal, sí. Se merecía una explicación, posiblemente. ¿Era capaz de dársela en ese momento? No.
Lo miré una vez más, sus ojos plagados de insistencia y coloreados con burla me devolvieron la mirada. Apreté los labios en una línea y dándole la espalda, me marché del garaje.
¿Me había marchado sin más? Me había marchado sin más.
—¿Cuántos años tienes, Martina? Quieres explicármelo de una vez. —Mierda, mierda. ¿No tenía cosas más importantes que hacer?
No entendía por qué a la vergüenza se le había sumado la rabia. Quizá era la impotencia que me hacía sentir Arthur con sus insistencias y sus miradas burlescas. Aunque, esta vez, él no tenía la culpa y eso era lo que más me repateaba.
Huir, marchándome de allí, no había sido ingenioso. Acaso, ¿alguna de mis últimas ideas lo habían sido? Arthur no se rendía fácilmente y ahí estaba, pisándome los talones, turbándome aún más las ideas.
¡Claro que no se rendía fácilmente, es un deportista de élite! Por Dios...
Aceleré el paso, intentando desplazar la opinión, con el incremento de la velocidad, de que era una acción infantil y patética. Caminé derecha, concentrada en cómo un pie adelantaba al otro, sin mirar hacia atrás. Sin atender a sus apelaciones.
—¿Esto es tu forma de decirme que estás enamorada de mí?
Me frené en seco, girándome sobre mis talones. Provocando que su cuerpo colisionara contra el mío, se amortiguó en mis oídos un quejido que escapó de su garganta. Me eché hacia atrás, volviendo a tenerlo frente a mí. No había escapatoria.
—¿Qué?
—Menos mal, pensé que te había comido la lengua el gato. —pronunció, con las comisuras elevándose en una sonrisa burlona. Su tono no era agresivo, ni siquiera la curva de sus cejas barruntaba ira; es más, parecía incluso divertido. ¿Qué tenía todo esto de divertido? —Ahora que tengo tu atención...
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drive me crazy ☆ arthur leclerc
Fanfiction𝙙𝙤𝙣𝙙𝙚 la pequeña de los Sainz debe fingir una relación con el menor de los Leclerc.