005. Mar lleno de emociones

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Escribir con emociones fuertes no es la mejor opción. Lo he sabido desde siempre.

Quizá no hablo desde la conciencia si no del sentimiento que me abruma.

Y resultan ser palabras que quisiera no haber mencionado.

Oraciones que le dan el mal sabor de boca a los demás y que tensan el ambiente.

Mis emociones no son como un huracán, no se manifiestan con pequeñas tormentas, ni el aleteo de las plantas que se mueven con la brisa fresca que produce, no hay indicio de su llegada, no.

Mis emociones son como un terremoto, no avisan cuando llegan ni suelta destellos de que ocurrirá.

Solo se desata con fuerza, sacudiendo sin importar el resultado que cuando acaba hay un caos a mi alrededor, así como en las ciudades de un terremoto y en las personas que habitan en ella.

Mi ira es la primera emoción en resaltar, quizá es la que cuando estoy en altibajos es la primera el salir a causar destrozos.

No me asusta estar enojada, me asusta la emoción que llega después.

'Tristeza' acompañado de amargas lágrimas.

No puedo parar, no caen las gotas saladas por tristeza exacta, no es un sentimiento de debilidad ni que me hace ceder. Ni la tristeza mezclada con la ira me hacen ceder ni derrumbarme.

Nunca es eso.

Son lágrimas que contienen mi ira y salen para empañar y demostrar cuan contenida estoy.

Sentirse como una pieza en el ajedrez es lamentable, esperando a que un sujeto decida que hacer conmigo.

Si llevarme a la victoria o ser un perdedor.

Pero a veces me arrastra como una pieza de dominó que cae y siempre repercure a las demás que se encuentran cerca.

Si algo se derrumba todo sufre un daño hasta que no queda nada.

Calma. Quisiera que albergará la calma pero solo estoy llena de caos y desorden.

Sentir.

Ojalá se pudiera intercambiar con algo beneficioso y no algo que me perjudique y me lleve a las ruinas del castillo que me arrojan entre los escombros y cimientos.

¿Por qué aquellos sentimientos nos hace sentir bien por un momento y mal por otros segundos?

Es tan desastroso cómo el resultado de un terremoto que sacudió a gran magnitud los pisos firmes del lugar de origen, todos se preguntan por las personas, por las casas y no por la causa de ello; su epicentro.

Epicentro.

Epicentro que nadie sabe que fue lo que llevo a su ruina, que se manifestó con el movimiento de las placas, sin embargo nadie se pregunta eso.

Nadie se pregunta porque se mueve, quizá sea por el desnivel de las placas tectónicas que para acomodarse tardan tiempo en sanar, al igual que las emociones humanas.

Es así como las emociones me atan y me agobian, cómo las cadenas que cada vez más lastiman mi piel mallugada, como arden cuando vuelvan a rozar en mi herida aquellos fierros viejos.

¿Cuándo dejará de depender la libertad de un solo candado? Incluso si lo hubiera, la pieza clave es la llave.

Es así como manipulan a las personas, atadas a cadenas que solo los más fuertes pueden liberar con una llave, no me abruma sentir picor en las manos pero si en la garganta que lucha y pide salir con fuerza para expresar lo que siento.

Fuerte. Fuerte. Fuerte.

No soy fuerte cuando se trata de las dichosas emociones, me dominan más de lo que yo puedo hacerlos.

Es como un mar, incierto con altibajos.

Más bajos que altos.

Un mar, si. Pero un mar lleno de emociones.

Flébil corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora