26 • vuelta.

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La vuelta, contrario a lo que hubieran deseado, se hizo mucho más corta. La lluvia solo apareció para espantarlos de la laguna porque después de unos kilómetros el cielo se despejó casi al completo permitiéndoles ver un arcoíris a lo lejos y cómo, poco a poco, el sol se iba ocultando.

Sus manos entrelazadas con confianza, varias caricias que bailaban en las piernas contrarias, mimos para una Lisa que se disfrutaba el cariño multiplicado, miradas cargadas de dulzura que intentaban recaudar la mayor cantidad de recuerdos de un viaje que parecía ser fugaz. El viento los golpeaba suavemente mientras el silencio se convertía en melodía y la presencia de ellos en aquel auto era lo único que importaba.

──Si me haces mimos así me voy a dormir, Cuti, y eso es peligroso para los tres. ──Cristian tenía su mano en la nuca de Lisandro mientras masajeaba el cuero cabelludo con delicadeza.

──Tenes razón...──respondió en el mismo tono bajo y meloso que el otro. Cuando frenaron en el semáforo, con un poco de fuerza hizo que Lisandro se girara y lo besó. Otra vez. La tercera vez. ──Perdón, tenía ganas de darte otro hace rato.

──Me hubieras dicho, yo también quería. ──le dio un pico, un suave roce. ──Sos muy lindo, ¿sabías?

──Y vos sos muy trolo, ¿sabías?

──Sí, me di cuenta, pero me volví más trolo desde que me besaste asique me contagiaste. ──se volvió hacía el frente y retomo la marcha ignorando, o al menos tratando de ignorar, la mirada de Cristian sobre él.

Una suave caricia en la mejilla del conductor y posteriormente una mano en su rodilla fue la manera que Cristian encontró para no romper el contacto que tantas cosas lindas lo hacían sentir.

Hablaron de cosas triviales durante los pocos minutos de viaje que quedaban. Sus últimos momentos juntos ese día. Lisandro se había preguntado varias veces si secuestrar a Cristian y a Lisa era demasiado para la primera cita respondiendose que sí pero poniendo como justificación las escazas ganas que tenia de separarse de aquellos dos. Se sentía tan bien con ellos, tan cómodo, feliz y seguro que no quería sentir el vacío que claramente quedaría una vez que se separaran.

──¿Qué pasa, brujito? ──si alguno de sus hermanos lo escucharan hablar con tanta dulzura y suavidad pedirían un examen de ADN para corroborar que realmente fuera él. ── ¿Estás bien?

Lisandro suspiró y quiso gritar porque era la primera vez que Cristian le decía brujito en persona y sintió que podría escucharlo el resto de su vida y no se cansaría. ── ¿Vos me querés matar? Antes con los mimos y ahora me decís brujito, mi corazón es débil. No aguanta tanto.

──En serio te pregunto──sus ojos lo instaron a perderse en ellos pero la preocupación en su rostro no lo dejó──, tenes cara rara. ¿Hice algo mal? ¿O algo que no te gustó? ¿Me desubiqué? ──y retiró su mano del cuerpo ajeno.

──No, no, Cuti, nada que ver. Al contrario. Es que no quiero que termine la cita y nada, eso. ──confesó con vergüenza.

──Yo tampoco quiero que termine. Estoy cómodo, me siento bien y me gusta estar acá con vos. Estaba pensando que no voy a dejar pasar mucho tiempo para la segunda cita porque te quiero ver de nuevo y todavía no nos separamos.

──¿Viste?

──¿Qué cosa?

──Qué vos me contagiaste lo trolo.

──Sos un idiota, me caes re mal. ──Se giró, con la cara colorada.

──Ay te pusiste colorado, no puede ser. Sos el trolo más lindo que existe. Dame un beso. ──Lisandro frenó a mitad de cuadra, ya habían salido de la ruta.

carnicero | ( cutilicha )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora