Cameron
"Son idénticos "
"El era más calmado"
"Vaya que solo se parecen físicamente"
"El actuaría de otra forma"
"El era más amigable"
"Tienen la misma voz"
Todas esas frases se agolparon en mi mente, repitiéndose en un bucle. Y otra vez estaba mirando el techo de mi habitación sin poder dormir.
Había logrado vivir 25 años con todas esas frases rodeándome, cuando algunos les decían que grande estas a mi me decían el parecido es sorprendente.
Al principio lo tomas como un halago, pero cuando esas frases fueron haciéndose cada vez más frecuentes comienzas a sentirte incómodo dentro de tu propia piel, como si fueras el sustito de algo que realmente valía la pena tener y no fuiste capaz de retenerlo en tu vida.
Me rendí a la posibilidad de conciliar el sueño.
Es inútil. Pensé.
Desde los diecinueve me era imposible dormir las ocho horas mínimas y vitales para cualquier ser humano. Así que mi rutina para estos casos era levantarme de la cama, ir hasta la cocina y prepararme alguna infusión que pudiera ayudarme a tener ganas de dormir.
Si era optimista funcionaba la mitad de tiempo en compañía de una pastilla, la otra mitad o mejor dicho la otra opción era pasearme por mi departamento hasta agotar cualquier energía extra que tuviera en mi cuerpo y así rendirme al sueño.
Pero era demasiado iluso para pensar que todo era por energía extra más bien eran pensamientos intrusivos, aquellos que no me servían para nada pero se colaban en mi mente para recodarme que estaban ahí para joderme la vida.
Solté un suspiro.
Y comencé alguna de mis rutinas para dormir.
Llevaba haciendo al menos media hora de abdominales, en espera de que el té y la pastillita hicieran efecto. Otra media hora después ya estaba sintiendo el cuerpo cansado y listo para rendirse ante el sueño, fui directo a la cama.
Uno, dos, tres golpes.
La puerta de mi departamento no dejaba de sonar a la que supuse sería mi mamá. No había nadie que tuviera acceso directo sin antes tener mi permiso – tal vez debería quitárselo a ella.
Fui a abrir la puerta y ahí estaba ella: la mujer pequeñita que parecía una flor frágil, pero era la persona más fuerte en este mísero mundo.
Me dedico una de sus dulces sonrisas al pasar del umbral, fue directo a las ventanas para abrir las cortinas, los rayos del sol iluminaban su largo cabello azabache.
- Esto parece una cueva, Cameron – me reprendió, sus bonitos ojos marrones me dijeron que estaba fingiendo el regaño.
- Ya soy bastante mayorcito – tratando de recordarle que tenía 30 años.
- Y una mierda – esto no va bien. Las veces que mamá decía groserías era porque estaba molesta de verdad – haz faltado a la empresa, no sabíamos nada de ti, tu padre y yo estamos preocupados pensamos que... - su voz se tiñó de tristeza y horror, se limpio rápidamente una lagrima que caía por su mejilla – no quiero que te pase nada, hijo – con una mirada significativa.
- Trato de hacer lo mejor que puedo – confieso, desviando la mirada hacia mis pies descalzos.
- Lo sé, pero Mía te necesita.
ESTÁS LEYENDO
CONSECUENCIAS DE ENAMORARTE
RomanceAtrapada en su ciudad natal, con la esperanza de que pueda encontrar algo más allá de su triste rutina, Eloise, la recepcionista de un pequeño hotel se enfrenta a sus miedos. ¿Quien se puede imaginar una vida plana e intentando seguir patrones en lo...