80 Céntimos

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Una tarde, al pasear por un lugar comercial en el centro de la ciudad, con amplio mar a mis espaldas, me paré a pensar en las diversas personas que por allí pasaban

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Una tarde, al pasear por un lugar comercial en el centro de la ciudad, con amplio mar a mis espaldas, me paré a pensar en las diversas personas que por allí pasaban. Almas que iban de un lado a otro, sintiendo, hablando, intentando ganarse unos céntimos con una canción escrita por ellos mismos o sacadas de algún famoso. El qué y el por qué es algo indiferente, lo que importa es que, tras cada una de esas palabras y tras cada una de esas caras de felicidad, tristeza, añoranza o asombro, se esconde una historia, una vida, una canción.

¿Qué habrá tras la elevada voz de aquella extranjera, girada a su compañera mientras habla en estruendo en una lengua de la que pocos aquí entienden? Tal vez viene del norte de Europa, viajando por vacaciones o trabajo. Tal vez, tras las negras telas de su ropa se esconden una vida de rebeldía. Tal vez, tras esas gafas circulares como la Luna se esconden unos ojos que han visto una infidelidad. Cómo su expareja la dejaba por una cualquiera. Cómo se volvía a enamorar y cómo encontraba a la persona correcta. La que la amaba como ella merecía. La que, al igual que ella, esperaba encontrar un alma pura que solo quisiera compartir una risa. Una risa que la ha salvado de su malestar, que la ha hecho ser ella misma, risa con la que ahora ha viajado a este país ajeno a su vida para compartir ese tan breve tiempo que se nos otorga. Compartirlo con alguien con quien merezca la pena hacerlo.

¿Que habrá tras la mirada de aquel joven chico, entrando en la flor de su madurez, mirada que se dirige a un cantante callejero? ¿Acaso habrá una vida de lujos y fantasía? ¿O acaso habrá penurias y crueldad? ¿Acaso tuvo que abandonar su hogar y sus conocidos en su más temprana juventud, arriesgándose a un mundo nuevo del que nada conocía, con la esperanza de poder ser feliz? Un nuevo trabajo para su madre, quién, con lágrimas en los ojos, le hacía promesas por las que lucharía con sangre y sudor para cumplir. Y ahora él, el joven muchacho, disfruta en el fondo de esa mirada, en los diseños de sus ropas verdes y en los contornos de sus músculos, músculos que tanto han visto, tanto han pasado, caminando, alejándose de aquel chico que vio tocar una canción y siguiendo su vida.

¿Qué hay de aquel otro chico? ¿Qué hay del joven hombre que con su guitarra, su voz y su talento atraía a la gente? Aquel cuyas palabras florecían de sus estrofas y cuyas cuerdas demostraban su ilusión. Aquel que tal vez quería viajar, ver mundo, quién la vida le ha cerrado puertas, pero él ha conseguido escapar por los escondrijos que quedaban y que, a pesar de estar pidiendo en la calle con su talento, no borra la sonrisa de su cara, viendo como un pequeño niño, apenas dando sus primeros pasos, se paraba ante él, fascinado con aquello que escuchaba, aún sin comprender, pero admirando con cautela y con asombro. Asombro e intentes. Interés y fascinación.

Los acordes del joven volvían a sonar y quedaban grabados en la máquina a sus pies, que le ayudaba a reproducir su arte mientras que pegaba la voz a su micrófono. Quedaban grabados en la mente del chico, vestido negro y escribiendo en su móvil un relato que puede que no muchos lleguen a leer, al igual que la voz de aquel hombre, mas en ambos casos, ambos jóvenes, trataban de gritar, con acordes o con palabras escritas en un papel, para que el mundo les escuche. Para que el mundo sepa que están ahí. Para que el mundo sepa todo lo que tienen aún por dar, por amar, por disfrutar, por existir, por cantar, por escribir, por vivir.

Y con una chaqueta puesta sobre sus prendas para aguardarse del entrante frío, el joven cantante pronunciaba nuevas palabras ante el micrófono, y el joven escritor, que fue atraído por los acordes del anterior, seguía andando, pensando en su cabeza, una y otra vez, en todas aquellas afinadas palabras que le habían hecho parar por un rato a sentir, pensar. Que le habían hecho parar a escribir.


Este relato lo escribí un domingo por la tarde (16/04/23) y fue la primera vez en mucho tiempo que usé la primera persona para narrar. Esto fue porque el personaje era yo mismo, quién había ido a dar una vuelta por mi ciudad y me inspiré en un cantante que había en el puerto de mi ciudad, escribiendo el relato allí mismo mientras escuchaba su voz. Espero que haya sido un relato agradable y tengas curiosidad por qué más puedo ofrecer. Un saludo, Astato <3.

 Un saludo, Astato <3

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Tras las PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora