Discurso de Ceniza

5 0 0
                                    

Eran días gloriosos los de antaño.


Recuerdo mi primer combate. Mi primer espada. Mi primer hechizo.


Recuerdo la suave brisa de la libertad. Recuerdo la angustiante oscuridad de la esclavitud.Recuerdo los horrores a derrotar y las alegrías que reconfortaban esa oscuridad que ahora y siempre rodeaba y rodeará al mundo.


Recuerdo mi muerte. Recuerdo mi renacimiento. Recuerdo, entre muchas cosas, mi vida.Ahora todo lo que soy es eso: un recuerdo.


El recuerdo de una guerrera que se abría paso ante hordas de muertos, de dragones, de señores oscuros. Que se enfrentaba con escudo y espada, con fuego y lanza, a las amenazas que se me interponían. Una guerrera de carácter noble pero de aspiraciones vacías. Desde que nací supe mi lugar en este mundo, una maldición que me afectaba a mi y a seres de otro mundo. Una maldición que nos unía y nos permitía conocernos, interactuar, compartir batallas o librarlas también. Con una descripción de ese estilo, "maldición" resulta ser una palabra inadecuada. Pero no se me ocurre una mejor que describa esa sensación.


Grandes jefes, destructores de vidas y ciudades, muchos de ellos cayeron ante mi espada y muchos otros aún esperan su turno. Amigos y enemigos, enfrentándonos en una batalla inútil, un combate eterno, donde la muerte no existe pero la vida tampoco.


Mirar mi reflejo en el lago, ver mi rostro a veces desfigurado y podrido, y a veces bello y rejuvenecido. Mi armadura y mi casco, trofeos ganados bajo las hazañas de otro, una injusticia que protege mi cuerpo.


Tal vez fue por mis pecados, las indecisiones. Mi voluntad destruida podría haber sido la causante de mi profunda melancolía. La soledad, aquel enemigo que mi espada jamás podrá derrotar. Las voces en mi cabeza, resonando en el pasado y advirtiéndome del futuro mientras yo aún permanezco en el presente. Inerte y quieta. Frente a la fogata que me da el calor que una madre no puede darme. Los insectos trepan, mi armadura no se oxida, pero siento como si ya no existiera. Mi piel no puede pudrirse más. Mi humanidad se ha agotado. Todo lo que queda frente a mi es la luz de un fuego que jamás se extingue, así como mi alma.


Al final solo quedaré yo y, frente a mí, un camino de oscuridad o un camino de luz. Pero, mientras permanezca inmóvil en el Santuario del Enlace de Fuego, jamás llegaré a esos caminos. Y eso está bien.

Discurso de CenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora