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Aunque le habían informado desde el hogar de acogida que procederían a tomar la muestra de ADN de forma discreta, para evitar que tanto él como el chico se hiciesen falsas ilusiones (en el hogar al que había sido enviado el niño hubo un incendio y buena parte de los expedientes quedaron sepultados bajo los escombros, siendo los chicos reubicados en otro hogar del mismo estado de Pensilvania), Calhoun no pudo evitar volar a Filadelfia, lugar donde estaba el susodicho hogar, el jueves en la mañana.

Invitó a Aurora, pues a pesar de que solo estaría en aquella ciudad un par de días, se le ocurrieron un par de lugares interesantes que visitar juntos. Pero la joven no podía escapar a su trabajo y le prometió que se uniría a él a la tarde siguiente.

Calhoun no pudo resistirse estando allí, y visitó el hogar de acogida donde vivía su posible hijo, aunque no quisieron decirle quién era.

El hogar de acogida en que habían colocado al que podía ser su hijo albergaba a más de 30 niños, que iban desde los cuatro hasta los 17 años de edad. Ese hogar en específico era dirigido por trabajadores sociales muy competentes, o al menos eso le pareció a Cal cuando lo atendieron.

Le dieron un recorrido por los bajos de la casa mientras le explicaban cómo funcionaba usualmente el proceso de adopción. La casa tenía un segundo piso, en donde estaban los dormitorios, pero ya que no había niños con diversidad funcional en aquel, le explicaron, no habían invertido en hacer la casa cien por ciento accesible para silla de ruedas y dispositivos de movilidad similares.

También recorrió el patio y el área de juegos, en donde pudo ver varios niños bien pequeños, pues los que tenían edad escolar, le dijeron, estaban en clase en una de las escuelas de la ciudad.

Durante el regreso al hotel en donde se estaba quedando, Calhoun quedó sumergido en una mezcla de tristeza y soledad.

Ver niños sin padres y discutir sobre las muchas caras nada agradables que hacían a la mayoría de ellos terminar en un hogar de acogida, hizo a Calhoun rememorar aquel tiempo en que él también se sintió, en función del adulto que estuviera a cargo de su cuidado, como un niño indeseado, un estorbo, una carga... Recordó las palabras de Aurora, que lo calificó como un hombre formado a sí mismo. Y en efecto, eso había intentado toda su vida, ser más que lo aquellos que lo descartaron o que intentaron volverlo un ser frío y calculador esperaban.

Él sabía que no había podido escapar del todo a la clase de cargas emocionales y tensiones que ese tipo de infancia había creado en él... y era totalmente consciente de que eso afectaba sus relaciones. Durante su primer matrimonio, que duró desde sus 26 hasta sus 41 años, le costó mucho aprender a comunicarse de forma efectiva con su esposa.

Luego de largos meses de tensiones ya a sus 15 años de casados, ella se marchó, y Calhoun no sintió que debiera detenerla. Era curioso que, aunque en aquel momento él había agradecido que no hubieran tenido hijos, ahora ante la oportunidad de tener uno, se sentía abrumado y emocionado en igual medida.

A la tarde siguiente, Cal recibió a Aurora en el aeropuerto internacional de Filadelfia, y como ya eran pasadas las seis, el hombre insistió en que fuesen a cenar. Escogieron comida china, y se llegaron a un restaurant llamado Tian Tan, en donde se sentaron a conversar acompañados de bai jiu, que era una especie de vino blanco de arroz, mientras esperaban sus respectivos pedidos:

- ¿Entonces?... Cuéntame, ¿qué te han dicho hasta ahora? – la joven tomó una de las manos del hombre mientras lo miraba atentamente. A pesar de que él la había mantenido bastante actualizada respecto a cada avance en la búsqueda de su hijo, no había nada como mirarse a los ojos y ver las emociones contenidas en los mismos.

- Mañana en la mañana deberían estar listos los resultados de la prueba de ADN, la agencia privada que contraté es la que se está encargando de esa parte. En el hogar de acogida fueron muy amables, aunque no me quisieron decir quién podía ser el chico...

AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora