Al Óleo

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Cuando el viento sopla, las hojas pintadas de tonos cobrizos caen y en cuanto pasa el tiempo, se desvanecen entre el polvo; trayendo consigo la señal de que el otoño ha consumido por completo los campos fértiles en los que crecen las flores. Entre ellas, los pétalos del lino se debilitan para descansar eternamente en el suelo y quizá comenzar otro ciclo.

Es el final de su vida.

Pero es el comienzo de un nuevo proceso hacia un destino, pues el tallo y las semillas siguen de pie ante las circunstancias de sequía. Ambos son extraídos para ser utilizados en diferentes propósitos. El tallo se lava y blanquea para convertirse en una costosa fibra a utilizar como hilo fino de un lienzo. Por su parte; las semillas se limpian, muelen en hidratan para luego extraer su aceite y así conseguir un óleo espeso; listo para teñirse de una gama de colores diversos que se harán pintura en su mescolanza.

Y a pesar de que ambos elementos; tallo y semilla, poseían un propósito y un camino diferente, su destino era estar juntos desde su germinación hasta ser una de las obras de arte más valiosas de la historia en cuanto aquel pintor de mente creativa se dedicara a utilizarlos. Su unión haría de una vaga idea, algo duradero y valioso:

Una pintura al óleo.

Como aquella que permanecía escondida entre unos cilindros metálicos con un aroma no tan agradable a las espaldas de un edificio.

—¿Todo en orden?

—Más que estar en orden, debemos relajar nuestra mente para esperar a que la vida nos cambie en unos minutos. —Decía el pelirrojo mientras alisaba su traje con diseños discretos en tonalidades azules. —El rubio estará encerrado por un buen tiempo, May no tiene un proyecto final y tú estás radiante el día de hoy, mademoiselle.

Merci mon amour. —En un tono chillón y coqueto, Nidia le tomó del nudo de la corbata para estampar un beso sobre los pálidos labios del joven. —Por todo... Pero, ¿qué fue lo que hiciste?

—Solamente puse la basura en donde pertenece. ¿Sabías que Taylor es una vil rata de alcantarilla? El encargado de seguridad no tardó en reconocer al tipo que robó parte de los materiales de la academia la otra vez.

—Vaya... —Esbozó una ligera sonrisa a la cual agregó una pizca de sarcasmo. —¿De dónde fue a sacar Brian a ese tipo de gente? —Dijo con ironía.

—De Brixton. —Agregó.

—Bah... Era de esperarse. Mi padre siempre ha dicho que ese lugar es un contenedor de personas en el que resultan los desechos de Londres que no alcanzaron una posición entre la clase media y resultan siendo unos miserables. Por eso se dedican a robarse entre ellos, pero no les basta y se cuelan por aquí.

—Sí, es... Un lugar de mal gusto. —Y por alguna razón, el pecho de Dorian iba bajando de tamaño al igual que su orgullo. Quizá por el hecho de formar parte de esa "miseria" a la cual se referían y el motivo por el cual deseaba, desde hacía ya un tiempo, la buena fortuna que ahora poseía en su bolsillo. Una medalla que le daría la aprobación del padre de su amada y le haría olvidar por completo sus raíces en Brixton. —Pero olvida ese lugar, aquí vienen los jueces y con ellos, un delicioso aroma a perfume Chanel.

—Bienvenida sea Francia. —Dijo entre los dientes para recibir al jurado, quienes se interesaron demasiado en una pintura de acuarela de inmediato, por lo que la rubia se dedicó a explicar cada detalle que contenía ahí plasmado. Podía verse en su sonrisa un rastro de paz, pero la joven era excelente para disimular y en este caso, su nerviosismo se escondía en lo más recóndito de su estómago.

¿Cuál era su inquietud?

Sorprendentemente, el rizado. Últimamente se las arreglaba muy bien para cambiarle los planes, aunque irónicamente, el objetivo era que lo descalificaran por su ausencia en su estand.

𝔸𝕝 Ó𝕝𝕖𝕠 🎨 | [𝕄𝕒𝕪𝕝𝕠𝕣]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora