Capítulo II. Percances

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El aire árido y caliente choco con su rostro cuando salió de la carpa en donde había estado esperando por algunos minutos.

De repente en sus manos apareció un pequeño gato de un ojo que se removió cariño en su palma, este se desapareció tan rápido como apareció mientras dejaba una carta en dónde había estado. Era un método un poco particular, pero estando tan lejos del anillo del orgullo y con las redes intervenidas, esa era la mejor forma de comunicarse que habían encontrado.

Llevaba un par de meses trabajando en el árido anillo de la ira conteniendo una rebelión de demonios que no aceptaban el nuevo reinado de su majestad. El señor de la Ira tampoco había prestado su apoyo para sofocarla, considerando que no podía aceptar como reina a alguien tan débil como la reina Charlotte. Sin embargo, había sido una estrategia que habían tomado para demostrarle cuál era su verdadero poder.

Fácilmente, con el uso de sus nuevos e ilimitados poderes, Alastor había sofocado la parte más sencillas de la rebelión, exterminando todo aquel que osara levantarse en contra de su señora. Sin embargo, cesados de golpe los conflictos, se procedía al proceso más escabroso del fin de la rebelión: las negociaciones.

Alastor se consideraba un buen negociador e incluso un excelente manipulador, no por nada había Sido un excelente comunicador de masas, a los cuales había manejado a su gusto a través de la opinión pública. Pero la diplomacia era un punto superior en esa escala, y los integrantes del pueblo de la ira estaba confirmado por demonios tercos y de difícil aceptación. Eso le había llevado dos meses con el mejor de sus esfuerzos y la mayor paciencia, pero finalmente, había logrado los resultados esperados y aquella carta, indicando el pacto entre el señor de la ira y la reina del infierno, era el indicativo de que no solo habían sumado otro territorio a su influencia, sino que también podía regresar de nuevo al anillo del orgullo

Ya llevaba casi medio año en aquellas tareas indicadas por la reina Charlotte, quien le había otorgado un rol como su consejero y dirigente del consejo demoníaco. Incluso se le había entregado un título de noble que no le importaba demasiado pero que era suficiente para enfrentarse con otros demonios originales que no estaban aún del lado de su majestad la reina.

Era un camino con muchos baches, la reputación de Charlotte cómo princesa ingenua y débil había influido demasiado en la opinión de los ciudadanos del infierno, pero ella estaba determinada a hacer cambiar eso.

Por supuesto, seguía manteniendo sus ideas de redención y mejoramiento de la calidad de vida de los pecadores, a través de un acuerdo llevado a cabo con el cielo, pero todo rastro de aquella gentileza o rasgo feliz que alguna vez que había existido en ella había desaparecido por completo, oculta tras una imponente máscara de hierro.

Era entendible que, tras la pérdida abrupta de sus progenitores y su subida escabrosa al trono, la reina haya perdido demasiado de sí misma para poder sobreponerse a las circunstancias, pero en alguna parte del camino Alastor pensaba en lástima que ese hecho implicaba. No supo cuando fue que sucedió, pero no había estimado el aprecio que desarrollo por esa actitud alegre de la antigua princesa y en lo mucho que podía llegar a incomodarle el modo en cómo se comportaba.

Por supuesto, esa forma de actuar era oportuna y adecuada para las circunstancias del momento, pero no apartaba de él ese reciente sentimiento que venía y se instalaba en su estómago, llegando incluso a inundar sus pensamientos más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Con un poco de molestia, lo atribuyó al reciente contrato que había realizado con la reina Charlotte, aquel lazo de lealtad generado por medio de la magia era poderoso y estaba imposibilitado de pensar siquiera en traicionarla, aunque si era sincero, no pensaba si al caso en ello. Le había Sido muy bien retribuida su participación al lado de ella, tenía más poder del que jamás imagino y un estatus que fácilmente otros pecadores podrían alcanzar, en verdad había resultado muy beneficioso para ambos.

The demon QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora