Capítulo IV: Recuperación

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La mañana había llegado demasiado pronto.

Apenas vestido, recibiendo los destellos del gran pentagrama en el cielo, el demonio de la radio inhalaba el humo toxico del cigarrillo, mirando con el rabillo del ojo a la otra persona que reposaba en el dormitorio. Habían estado haciéndolo hasta que se hubieron cansado, pero, aun así, luego de su conversación y la cadencia de sus caricias, ella siguió sollozando producto de las tantas emociones que contenía en su interior. Y sinceramente, había estado aguantando demasiadas cosas. No era solo por el hecho de la "ruptura", era por todo lo que estaban pasando y Alastor lo sabía.

Era tal el tremendo esfuerzo que su reina estaba otorgando por el bien de reestablecer no solo el poder de la familia imperial sino también si propia reputación como monarca. Charlotte sabía sus deficiencias y entendía que no tenía el carisma necesario para atraer tan firmemente a las masas del infierno, pero poseía el ímpetu necesario para lograr su cometido, aunque esto fuera terriblemente agotador. Renegarla y acusarla por cada acción cometida sin entender el peso de lo que eso significaba, era muy fácil de hacer. Y le parecía tremendamente vomitivo la ligereza en como Vagatha buscaban controlar cada detalle relacionado a su majestad. Por era muy fácil criticar cuando estabas del lado contrario del salón, sin el peso de la corona sobre tus hombros, con miles de amenazas cerniendo su cuello cada día.

Por eso el wendigo la entendía, porque luchaba a su lado, procurando sus acciones y defendiéndola, pero sin llegar a afectarla, porque ella era la reina.

Lo que había hecho esa noche no era diferente, solo una arista más de su deber, aunque solo fuera una lamentable excusa de su parte.

Cuando ya la llama de su cigarro de hubo extinguido, lo arrugo contra el mármol de la terraza y entro de nuevo a la habitación, encontrando a los fieles sirvientes cabra de la reina. Ambos le miraron con atención, esperando una orden de su parte como si también fuera su maestro.

—Déjenla descansar y no permitan que nadie venga a molestarla, si Vagatha llega a presentarse, no la dejen pasar y llámenme de inmediato —ordeno y ambas cabras asintieron, sin decir palabra.

Con el chasquido de sus dedos, estaba completamente vestido y listo para salir de la habitación, solo deteniéndose para mirar nuevamente a su reina, quien seguía completamente dormida, recuperándose de todo lo sucedido.

Entonces, emprendiendo el camino hacia su primer objetivo del día, Alastor ordenaba en su mente todas las tareas que deberían reorganizarse por orden de prioridad, pero dejando un espacio libre al menos por ese día para no atormentar a la reina ni obligarla a salir de su habitación si esta no lo necesitaba. Si fuera al menos como una pisca de cómo era en el pasado, se hubiera burlado de lo blando y considerado que estaba siendo, pero las cosas ya eran diferentes.

—¡TU!

En un cruce, la demonio polilla estaba esperando una segura aparición de Charlie, ubicándose frente a su despacho oficial. Y era algo de esperarse, Alastor lo vio entre todos sus posibles escenarios para el día, pero esperaba que no tan pronto. Nada más sus ojos se cruzaron, Vaggie salto hecha una furia, caminando dando pasos abruptos en su dirección.

—Cabrón hijo de perra ¿Cómo te atreves a meterte con mi Charlie? —le grito con cólera, el rojo de su rostro y lo desorbitado de sus ojos resaltando en toda su expresión—. Eres un maldito, embaucador y abusivo maniaco sexual.

—¡Ha! Dices eso de mí, pero te convertiste en una presión insana para nuestra reina, era de esperar que ella corriera a mis brazos al tenerte de esa forma —se burló, logrando

—¡Eres un maldito bastardo! ¿Acaso quieres que te mate? —vocifero, y aun con su risa burlona, Alastor mantenía sus manos en su espalda, controlando la estática que crecía a su alrededor.

The demon QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora