Capitulo 3. Curando tus heridas...

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Choso acepto con un movimiento de cabeza, para ver cómo Itadori caminaba tranquilamente, el pelinegro no se iba a quedar con esa duda acerca del origen de la magia de Ryomen, quería saber más acerca de su nuevo inquilino, pero nadie sabe que el esconde un oscuro secreto, nadie sospecha que dentro de él vive una creatura mucho más poderosa y sádica que el mismo demonio....

Itadori estaba en el colegio tomando clases pero estaba un tanto preocupado por Ryomen, sabía que el obedeceria todo lo que él le dijera y no saldría del escondite en dónde lo había dejado, mientras tanto Choso estaba buscando ropa para el gran pelirosa, además de buscar vendas como se lo había pedido Itadori, al tenerlas las llevo a la habitación de su amigo, busco por toda la habitación alguna señal del mayor pero no lo encontró.

Tenía muchas dudas acerca del pasado y descendencia del pelirosa así que decidió acudir a la gran biblioteca que estaba en la mansión, se apresuró a terminar sus labores para tomarse la tarde libre, pero con lo que Choso no contaba es que Itadori llegó más temprano de lo normal, fue a la cocina para pedir que le subieran la comida a su habitación, ignoro por completo a Choso, entro a su habitación y observo la ropa junto con las vendas en su cama, feliz observo la ropa que habían conseguido para el, camino hasta el pequeño escondite en el que estaba Ryomen.

-Hola, Ryomen vine por ti, vamos a mi habitación pedí que nos subieran la comida, mis padres llegarán a la hora de la cena, así que vamos, quiero cambiarte las vendas de tus manos, Zenin me dió las llave de tus cadenas y debo ver qué tan graves son tus heridas, te quítare el grillete del cuello, para que estás más relajado.- hablo tranquilo Itadori.

Al escuchar esto, los ojos de Ryomen se abrieron llenos de sorpresa y ansiedad, muy en el fondo sabía que era una muy mala idea, recordó cada vez que le cambiaban las vendas era un calvario para el, no por el echo de ver sus manos, de ver aquellas cicatrices muy parecidas a labios cerrados, si no que cambiaba de personalidad, y había cambios en su cuerpo, en su mente, en su forma de actuar, debía de advertirle a Itadori, pero no podía, tenía miedo, de esta acción se dió cuenta Itadori.

-Ryomen, pasa algo? De pronto te pusiste pálido y tu rostro se tenso, pasa algo?.- hablo preocupado.

-Si, tengo que advertirte que no me quites las vendas, no quiero que veas las horribles cicatrices que tengo en mis manos además de mi cambio de actitud, y cambio de personalidad, mejor llévame con los Zenin para que ellos las cambien, acepto que me quites el grillete de mi cuello, pero las cadenas de las manos.- hablo con miedo, y mirando el suelo.

-Por favor, déjame hacerlo, quiero que estés bien, quiero curar tus heridas, no quiero que vuelvas a poner un pie en ese hogar, ahora yo soy quien está a tu lado, y estás a mi cuidado, si lo hago es por qué quiero que estés bien.- hablo tranquilo.

Créditos a su respectivo autor

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