El escalofrío recurrente que se filtro por mi piel, efecto de la música que aceleró mi ritmo, fue suficiente para despertarme de aquel sueño llamado irrealidad.
Fue bueno saberse soñador —aquella palabra a la que tanto miedo le tienen los adultos—, mismo miedo que tienen cuando ven brillar la llama ardiente de la pasión en los artistas.
Maravilloso fue saberme poeta, puesto que mis palabras cerrarían las brechas más profundas entre las almas y las diferentes mentes.
Traduciendo pensamientos mientras cuelo sonidos en mis letras, bailando mientras caliento mi alma para resurgir del abismo de la adultez y escribiendo para dejar lapidado mi nombre en la eternidad.
Poeta, propio del que no tiene lugar.
Poeta, del que toma adjetivo y verbo y lo vuelve arte.
Poeta, aquel soñador temeroso que vive en el estupor de la divagación y el profundo deseo de dejarse llevar por los vagos sentidos de la existencia.Conociendo mi lugar, tomo asiento al banquete del que tiene mucho por decir y poco que redactar, presiono contra mis labios la manzana del disturbio y el buen sazón de la inspiración hace su camino hasta mi nariz, prueba sincera de que pertenezco al banquete de los tontos que viven por lo que no pueden explicar.
Con la familiaridad de un alfarero que ha trabajo cincuenta años moldeando barro, la tinta toca mis dedos hasta que las letras nacen de ellos, 27 de ellas se mezclan, forcejean y pelean por un lugar en el papel, desgarrando mis entrañas para tomar posesión de la especie particular llamada "emoción".
Dueño de nada, gorrión sin nido, canción sin melodía, marinero de aguas turbulentas, poeta.
Con el poder de la idea y el desprecio usual por todo aquello que me dió alas, firmo la sentencia, aquella que me hace llamar basura de la sociedad, inútil, bueno para nada, prisionero de sus impulsos y misionero de lo erróneo; apodos usuales para los que no encajan en la burbuja usual, etiqueta que me da vía libre para dar rienda suelta a las ondas expansivas en mi estómago, posesas de la explosión de incertidumbre y titubeó, de la pasión ardiente que amenaza con quemar todo a su paso, dejando cenizas que emanan leche y miel, usando mi cuerpo para el beneficio de lo que sea que soy capaz de crear. Llevándome por senderos oscuros que guían a fuentes de vida eterna, por el módico precio de mi humanidad.La música me engulló, entre el despertar y sopor, hasta desaparecer entre las gotas de sonido que producen unos cuantos instrumentos y cantarina voz. Todo por inspiración. Todo por lo que soy, un poeta sin razón.
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De Una Odisea y Otros Secretos
RandomUn poemario dónde cuento mis mayores penas, pasiones y alegrías, con muchas metáforas a mitos griegos y rimas.