El sol brilla sobre nosotros, la música rock clásica suena en la radio. El verano llega a su fin la semana que viene, y he pensado que sería una buena idea invitar a algunas personas a casa y asar algo de comida. Fede está sentade en una de las sillas Adirondack, vestide de negro y con gafas de sol Ray Ban. Jennifer está dentro preparando una ensalada de pasta. No sabía a quién más podíamos invitar, ya que Jeongguk es muy reservado, pero entonces me acordé de Hansol y sus amigos. Así que también están aquí, y estamos teniendo una despiadada batalla de cerveza pong.
Es un poco extraño que Jeongguk conozca a sus padres. No quería que se sintiera incómodo al invitarlos, pero no le importó. Creo que está contento de que haya conseguido hacer algunos amigos aquí. Es muy sentimental con esta ciudad -a pesar de todos sus defectos y malos recuerdos para él-, pero creo que le hace sentir mejor que yo haya empezado a quererla también. Cuando llegué aquí por primera vez hace un par de meses, intentaba constantemente mostrarme todas las cosas que le gustan de este lugar. Quería compartir su alegría conmigo y esperaba que yo también la sintiera.
Bueno, lo hice, y ahora no quiero irme nunca.
Desde la noche en que planteé la posibilidad de mudarme con él para siempre, ha sido diferente. Sus abrazos duran más, sus besos son más prolongados, y a veces lo sorprendo mirándome, con los ojos llenos de algo que no puedo ubicar. Tampoco ha dormido bien. Me he despertado en mitad de la noche y lo he encontrado totalmente despierto o incluso sentado en la terraza. Esto hace que crezca una ansiedad en la boca del estómago. ¿Qué pasa si le he soltado esto demasiado rápido? Aunque no quiero creerlo, hay una posibilidad muy real de que me deje en casa de mi madre y no vuelva a mirar atrás.
Pero él no haría eso, ¿verdad?
Sé que me ama, es evidente en todo lo que hace, pero tal vez eso no sea suficiente.
Trago bruscamente y agarro una pelota de ping-pong, la sumerjo en un vaso de agua antes de lanzarla en un arco alto hacia el otro lado de la mesa. Pum. Aterriza en la última taza, sellando mi victoria y la de Hansol. Walter -cuyo nombre acabo de aprender hoy- se toma la cerveza y deja el vaso de golpe. Se limpia el líquido de los labios y le da una palmadita en la espalda a su compañero de equipo, Justin.
—¿Otra? —pregunta.
—Voy a ver cómo está la comida —digo, ya retrocediendo. Aunque estoy hambriento, también es una buena excusa para aferrarme a Jeongguk.
Me acerco a él y le rodeo el torso desnudo con mis brazos. Por supuesto, el hombre ni siquiera se digna a ponerse una camisa cuando tenemos compañía, y lo que es peor, lleva una gorra de béisbol hacia atrás con el pelo suelto alrededor de los hombros.
Aprieto mi mejilla contra la piel caliente de su hombro mientras monta guardia en la parrilla.
—Mira a todos nuestros amigos —digo alegremente.
Él resopla.
—Sólo están aquí por mis hamburguesas.
—No. Están aquí porque les gustamos. Acéptalo.
Niega con la cabeza, pero estira el cuello para besar mi frente.
—Retrocede. Tengo que voltear esto.
—Dios mío, Jeongguk. Eres todo un padrazo —bromea Fede. —¿Cómo te las arreglas con él, YoonGi? Pensé que tal vez sería más tranquilo cuando no está en el trabajo, pero supongo que no.
Me río a carcajadas. Si lo supieran.
—Creo que es entrañable —Me dejo caer en la silla junto a la suya y sonrío con picardía.