Religión

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No odiamos a dios: no, esto sería aceptar que existe. Realmente lo que odiamos es la ferviente servidumbre de los que siguen sin cuestionamiento las palabras de los dirigentes eclesiásticos, repugna, pero también compasiona la ignorancia en la que se ven envueltos los creyentes fanáticos, porque no ha de ser malo ser creyente y, aunque sea un agnóstico-ateo qué piensa que hay liberarse de la religión para alcanzar nuestra plena satisfacción, superando los obstáculos y miedos qué es vivir sin la imaginativa de la divinidad para poder alcanzar algo cercano a la ataraxia; yo no atacó al creyente qué sólo busca poder calmar su desesperación existencial. Por otra parte, esos creyentes fanáticos qué quieren meterse en la mente de la gente, adoctrinarlos, insultarlos porque no están enajenados y alabar el rebajar de la razón. Estos creyentes qué quieren volver a recuperar constituciones políticas donde la iglesia con el estado trabajan juntos y castigaban la libertad de pensamiento, ¡Estos creyentes son a los que odiamos, pero también de los que nos apiadamos! Porque como las ideologías modernas engañan a muchos, ellos también son engañados, cómo seguro yo, aunque tan escéptico y criticón, no crítico, sino criticón a lo tonto qué habla a veces sin fundamentos; también he sido engañado en tantas ocasiones.

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