Prólogo

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Decepcionado por abrir los ojos a mitad de la noche e interrumpir su sueño, Etnios daba vueltas de un lado al otro sobre la cama, creando surcos entre su pelo por la constante fricción de las sábanas. Al levantarse y mirarse en el espejo, no podía reconocer esa desaliñada apariencia como suya, si bien él era desordenado, no recordaba verse tan mal como ese momento. Quizás era la oscuridad que nublaba su visión, aunque eso nunca fue un problema, tal vez era una decadente autoestima que iba en declive desde hace tiempo, mas tampoco parecía tener sentido. Realmente algo estaba mal con ese tétrico reflejo pues durante la noche, donde solamente las cosas cercanas propician una imagen, y a pesar de la ausencia de luz, podía verse el cuarto entero de forma nítida en aquel macabro encuadre. Etnios no era un cobarde, pero incluso para él, los escalofríos recorrieron su espina dorsal intensamente. Pensó en abrir las persianas, para buscar refugio en la luz de la luna, indiferente a la creencia de que sus ojos podían estarle jugando una mala pasada.

Recorrió el cuarto, sin intenciones de abandonarlo, dando vueltas una y otra vez, buscando discrepancias en aquel espejo disparate que hasta ahora carecía de lógica. El frío rededor atrofiaba un poco los músculos del joven, en cada paso, en cada vistazo, quién sabe cuánto tiempo habría pasado, pero su cometido, o más bien, el miedo, no le permitían volver a dormir, por mucho que lo intentara. El temor comenzó a tomar control de sus pensamientos, con visiones pesimistas y la abominable posibilidad de algún monstruo presente tan cerca como su propia habitación. Nuevamente divisó la puerta, pensando seriamente en escapar, aún sin conocer siquiera el qué le acechaba o si algo lo hacía, ahora bien, tampoco quería saberlo. Sin embargo, de la puerta emanaba un aire tan abrumador, que el espejo palidecía en maldad. Con finas sábanas como escudos se protegía el chico puesto que, si bien no tenían una utilidad real, le proporcionaban de seguridad en un momento donde estaba tan solo. ¿Si gritase, llegarían los vecinos a escuchar? Y aún si lo hicieran, ¿se molestarían en ayudar? Etnios sabía que no era así, e incluso si la más remota posibilidad existiera, el lúgubre augurio que se presentaba ahora mismo no se iría tan fácilmente.

En un arranque de valentía, trató de recobrar su compostura, observando con ojos vacíos el único lugar desde el cual podría mantener todo el cuarto vigilado, el espejo. Escasos minutos después, el terror se apoderó completamente de Etnios, cuando la figura;  arqueó las comisuras de su boca en una sonrisa malformada, junto con un tambaleante ensamble. Sólo el tambaleante ensamble fue obra de Etnios, debido a que él no había sonreído en lo absoluto, pero definitivamente temblaba, al punto de que la situación llego a parecer irreal, una negación a causa del pavor. Estaba congelado, no podía moverse, sino observar a esa entidad cuya silueta se alejaba cada vez más de la de un humano. Mientras el joven forcejeaba para librar su cuerpo, la figura distorsionaba la realidad en un mundo tan repulsivo que ocasionaba impulsos vomitivos. Entonces... ¿Manipulaba la realidad? Súbitamente, la escena se detuvo por un segundo. Los recuerdos finalmente habían vuelto a Etnios, sobre este lugar, y la repugnante cosa que lo perseguía. Él se levantó, con la sangre hirviendo y rabia que exudaba a niveles inconmensurables. En un arrebato, golpeó al espejo, resquebrajándolo completamente por toda la habitación. La pesadilla se había acabado, empezaba un nuevo día, y lo primero que haría hoy estaba claro: Tirar el maldito espejo.


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