Capítulo II. Praderas de escarcha

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Al alzar la vista el panorama es muy diferente, el sufrimiento que albergaba se ha reducido a no más que una molestia en una periferia de mis recuerdos. ¿Y al frente?, se extiende un gran llano, donde el septentrión escarchado impone con grandes montañas a la lejanía, y el rededor esconde tras frondosos bosques misterios que me intrigan. En un lugar de ensueño, que jamás creí podría visitar en una vida. Este nuevo encuadre no está presente dentro de aquellos que puedo aun rememorar, pero su belleza no es comparable en lo absoluto. La magnifica pradera que está de por medio, y sobre la que estoy parado, tiñe el paisaje de verdes colinas, adornadas por un albo recubrimiento, que ondulan débilmente por el viento. El firmamento, sin embargo, ha cambiado tan solo en un detalle, pues se cierne agravada diferencia ante el cielo que conozco. Hay dos lunas, cuya cercanía es tal, que dieran la imagen de poder alcanzarlas con tan solo caminar lo suficiente. A un costado de un sol, que juraría luce más brillante. Realmente el paraíso, un lugar de ensueño.

De ensueño precisamente es lo que es, al estar consciente puedo decirte por qué no hay dudas sobre ello. Ese pequeño detalle que obvié por mucho, mi razón de ser para tanto disgusto, el motivo de alzarse a la inclemencia, cuando quisiera yo morir. La única razón es poder maravillarme en un plano diferente, tolerar el malestar que es la realidad, a sabiendas de que podré desahogar mis penas si soporto. Te explicaré un poco mejor; desde hace algún tiempo, aunque no sería capaz de puntualizar cuánto, he descubierto un nuevo mundo, así como Colón a las Américas, se ha ido develando y aclarando una idea, donde antes no había nada, tengo plena conciencia respecto a la razón de los llamados sueños, porque me ha llegado como un mensaje fortuito a la deriva, que buscaba destinatario sin fecha o nombre. Señalo a otros ignorantes, o simplemente incautos del tejido que conforma un espectro más allá de su imaginación. Donde ellos sólo ven fantasías, déjame acotar, existen auténticas realidades. Aquellos sueños, aunque difícilmente los recuerdes, son también mundos con una línea temporal, con una historia, con personas, como tú, o como yo. En algún punto dimitimos ese conocimiento que debió ser preservado; para las hermanas realidades que intersecan a la nuestra. Hay mucho más de lo que creemos, donde creíamos no había nada.

Y el relativo tiempo que crees pasar en un lugar, es la divergencia, una diferencia que, aunque cambia de sitio en sitio, y es imposible calcular, comprende un espacio mucho mayor al que tu memoria dicta, pues no sigue el mismo orden, ni la misma ley. En resumen, existen muchos mundos a los que accedemos a través del sueño, con su propio tiempo, con su propia realidad, y más importante; con su propia gente.

Con todo y la preciosidad de este planeta, no dejo de sentir el frío que se traslada desde las cúspides de la blanca y lejana cordillera, que espolvorea cristales en pulsaciones de gélida brisa, sin escapar un rincón de su poder. Sin tiempo que perder emprendo marcha, hacia uno de esos bosques tan poblados que han llamado mi atención. Como no hay camino predispuesto, existe cierta resistencia en la virgen pradera para permitirme abrirme paso, mas nuevamente, es tan sutil, que no presenta siquiera un contratiempo. Llegué no mucho después, en busca de algo que fuera tan parecido a un refugio como pudiera encontrar. Necesitaba hallar un río y comida, no sería esta la primera vez que me perdía en medio de la nada. Era más bien, una ocurrencia frecuente cuando te acostumbras a perderte entre mundos.

Debe decirse, sin embargo, que cuando hay civilización, sin importar donde, asientan su seno a las orillas de caudales. Y en aquello aposté mi resistencia. Sin el conocimiento ni idea clara sobre qué esperar, me adentré en las fauces de lo que aparentaba ser una arboleda de altos pinos y ocasionales plantas de cuya existencia era ignorante. Posiblemente fueran inéditas, ya que su forma era irreconocible como cualquier cosa que recordara. Las primeras que llamaron mi atención asemejaban arbustos con una pequeña estructura como un tronco, donde se esparcían lianas de colores magenta, marrón y amarillo, acomodadas bajo una silueta de hojas anaranjadas que dejaban entrever su contenido. La hojarasca esparcida sobre el suelo, puedo describirla meramente como un deleite; por su escarchado recubrimiento en la gran paleta de tonos que adornaban el vasto suelo, como una pintura que Van Gogh no pudo pintar; pues había en ella memoria que no podía ser impresa en una imagen. La ligereza de la armonía que imperaba en este sitio daba tintes mágicos, por el gran contraste de matices que no encontramos nunca juntos, ya que todas las estaciones se reunían de manera discrepante, por el otro lado, el misterioso enclave no era un desorden, ni se mostraba antinatural. El error ahora noto, fue que, devuelta en casa, están separados los colores, que siempre debieron haber seguido este formato.

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⏰ Última actualización: Apr 27, 2023 ⏰

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