En un momento perdido en la inmensidad del vacío que le precedió, quien es todo apareció, y consigo trajo el tiempo, el espacio, el caos y el orden. Entonces habló, y de sus labios salieron las primeras leyes que regían toda su creación; la materia comenzó a formarse, y la antimateria a organizarse y a llenar de energía la creación. Quien es todo ordenó al mundo crear estrellas y satélites que iluminaran y controlaran su jardín, y así nacieron el sol, el Lucero del Alba, y el resto de lunas, planetas y otras estrellas. Pero su creación era inmensa, y aunque podía controlar y mantener el orden en toda ella, decidió crear otros seres a una imagen adecuada y con algunos de los poderes que guardaba. Así nacimos los primeros dioses.
Al principio fuimos solo dos, sin nombre, sin nada, solo con la voluntad de quien es más que todo. Éramos jóvenes, dispuestos a enorgullecer a quien nos creó; hicimos de su jardín un planeta lleno de vida, con mares rebosantes de actividad y tierras coloridas y habitadas por animales pacíficos que solo obedecían a la cadena trófica. Entonces volvió a hablar, y estableció nuevas órdenes universales y órdenes para nosotros. Nos abrumó con la misión de crear seres semejantes a nosotros.
Creamos a las nereidas y a los tritones al comienzo, para que el mar disfrutara de lo que pensábamos que sería y fue una sociedad próspera, fueron criaturas capaz de aunar inteligencia, magia y una escasa fuerza, y su único inconveniente fue el estar condenados a la vida marina; creamos a los enanos en el primer momento, en el primer intento de dar vida a un cuerpo terrestre semejante al nuestro que pudiera contener magia, y al primero de su especie lo llamamos Gonhjuredum; después dimos vida a otros seres, altos, musculosos y escasos de intelecto que fueron conocidos como ogros y trolles, sus especies fueron el patito feo del jardín, pero fundamentales; en un último intento de dar con la especie que pudiera ser fuerte, inteligente y capaz de ver y manipular la magia dimos con los elfos, criaturas altas, algo orgullosas y bondadosas. Los humanos fueron el resultado del amor que surgió entre familias enanas y élficas, un error que destruyó el jardín.
Al principio todas nuestras creaciones eran casi inmortales, vivían por largos y sendos años, y eran vulnerables a casi cualquier tipo de muerte. Fueron tiempos de paz, de equilibrio, todos tenían una porción del mundo, la que necesitaban, y en el lago central se reunían todos para intercambiar, conocimientos y productos. Fueron tiempos prósperos, con indudables avances producto de una de las diosas de segunda generación: Liampe.
Es obvio que cada raza, cada especie, habían creado sus propios dioses, manteniéndonos a sus creadores dentro de sus panteones, y quien lo es todo había decidido crear a sus dioses de acuerdo con sus ideales. De esa forma nacieron los dioses insignia y los únicos:
Rontas: diosa insignia de los seres marinos, regidora, bajo el mando de los creadores, de los mares y océanos.
Liampe: diosa universal del conocimiento.
Kint: diosa insignia de los trolles y ogros de la destrucción.
Arin: dios insignia de los humanos de la caza.
Toket: dios insignia enano de la abundancia.
Lwyp: dios insignia de los elfos, y universal, de la paz.
Entre todos, y a pesar de nuestras diferencias y naturalezas, trabajamos para mantener el orden y la correcta convivencia en el jardín de quien nos creó. La paz se mantuvo durante múltiples eras, favorecíamos a las creaciones en situaciones adversas y conseguimos el equilibrio. Pero quien creó todo decidió cambiar su jardín, creó un arenero gigante donde antes habían hermosos bosques, que las creaciones llamaron desierto; juntó toda la tierra y encerró el lago; y creó taludes marinos y fosas sin luz en los océanos, y montañas escarpadas y montes en la tierra. Y los humanos le ofendieron, fueron los primeros que negaron su existencia, seguidos de las otras creaciones; su venganza fue la creación de dioses crueles y malvados, unos que pudieran castigar su osadía:
Jaume: dios del engaño.
Arindam: diosa de la guerra.
Balaan: dios de la traición.
Bela: diosa de la enfermedad.
Dahak: dios del pecado.
Y el castigo no solo recayó en las creaciones, sino también en sus creadores, nosotros. Mi hermano, Alen, fue convertido en el dios de las criaturas, siendo solo capaz de crear seres de pesadilla con unos poderes terribles; yo, me vi obligada a convivir con la soledad; Kint, adoptó la destrucción total junto con Arindam; a Arin lo obligaron a unirse a Dahak, haciendo que Dahak fuera parte de Arin; Toket y Balaan se convirtieron en un dios llamado Batolaan; y Liampe y Lwyp desaparecieron.
Las guerras, las enfermedades, la muerte descontrolada y el caos inundaron el jardín por siglos, extinguiendo a los ogros y trolles y llevando al borde al resto. Entonces quien controla todo nos pidió parar, y le obedecimos porque la mayoría queríamos eso pero no nos habíamos atrevido a desobedecer. Regresó al jardín como un ente de caos y orden, lo devolvió a su estado original dejando a las creaciones en él y nos pidió curarlo y cuidarlo mientras descansaba. Como sus hijos, sólo pudimos obedecerle.
La primera acción que tomamos después de sentir su sueño fue experimentar y crear nuestro propio jardín dentro del jardín, donde solo pudiéramos acceder nosotros y dejar que los poderes que poseíamos funcionaran por el propio equilibrio. Una vez lo creamos, más allá de donde se pone el sol, nos retiramos allí; todos salvo mi hermano y Rontas. Miles de soles y lunas pasaron antes de aburrirnos de nuestra propia creación y volver a dirigir nuestra vista al jardín original. Reinaban el orden y la prosperidad, los dos dioses que se habían rehusado de nuestra réplica habían llevado a la creación a una nueva era de desarrollo; y entre todas las creaciones, que tras la intervención de quien es todo eran mortales, habían seres inmortales que suponían el escalón entre las creaciones y nosotros.
Eran conocidos como ángeles y desde el primer momento se convirtieron en nuestro ejército.
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Historias de un Origen: Las tres partes de una diosa
FantasyEl origen de la diosa que lo comenzó todo.