II

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Cuando todos vieron la situación asumieron que no sería necesaria su intervención y que podrían tratar de crear un jardín semejante respecto a vida y desarrollo dentro de nuestra creación artificial, pero yo me quedé junto a mis hermanos. Rontas, que había recibido los títulos de nuestros hermanos desaparecidos, se alegró de recibirme y me puso al día de todo lo que había sucedido durante los siglos de ausencia.

"Tras la creación del segundo jardín, ella se dedicó a reunir y unificar a todas las creaciones en el mismo lugar que antaño, consiguiendo una paz duradera; eso junto con la persuasión y convencimiento de cada especie de su destrucción y eliminación en caso contrario a manos de quien creó todo consiguieron una nueva época floreciente. Alen aprendió a controlar su aparente maldición, al principio creando criaturas marinas de tamaños colosales y que constituían tal amenaza que podrían conseguir matar incluso a un dios; sin embargo, con el paso del tiempo comenzó a crear criaturas, como las llamó, que eran inofensivas para nosotros, aunque aún suponían amenazas para las creaciones. Así, tras la experimentación que nos había caracterizado en los primeros milenios de nuestra vida, consiguió crear criaturas pacíficas, que pudieran ser utilizadas y aliadas de las creaciones para defenderse de las amenazas y facilitarles la vida."

La paz y convivencia fueron persistentes durante unas cincuenta generaciones, tras ellas, se habían olvidado de todo lo que habíamos hecho por ellos, de que nosotros fuimos quienes los crearon, y empezaron a organizarse para levantarse contra nosotros. Alen partió en un primer momento al segundo jardín, a solicitar ayuda a los otros dioses, pero fue rechazado con un simple "deja que los ángeles se encarguen, de todas formas no nos pueden matar", pero ellos no habían visto el desarrollo de las creaciones, que habían hecho armas capaces de matarnos. De esa forma quedamos los tres y nuestro ejército de unos pocos miles contra decenas de miles de nuestras propias creaciones. Las únicas que se negaron a participar fueron las nereidas.

Al comienzo de la guerra, no, en los días previos a la guerra, fui la encargada de conseguir la paz con nuestras creaciones, por tercera vez. Hablé con el humano representante, se llamaba Santraz, y era un arrogante, orgulloso y condenadamente bien parecido líder nato; traté de apelar, al principio a su deber para con sus creadores, después a su arrogancia, y por último a su visión del bien de su mundo. Tres veces me rebajé a su nivel, tres veces le ofrecí todo lo que cualquier mortal pudiera imaginar, y tres veces me rechazó; tres tres veces. Mandé expulsarlo y organizar una estrategia bélica, con una guardia para cada uno de nosotros tres.

El día antes de la guerra reunimos a nuestro ejército, designamos dirigentes y guardias personales, les armamos con materiales más allá del jardín y les conferimos alas y valor. Deriny, el capitán general que debía guiarlos a la victoria; Naye, la guardiana en jefe de Rontas; Spica, la guardiana de Alen; y Arcturus, mi guardián. 

El día en el que comenzó el derramamiento de sangre Rontas aún quería evitarlo, trató de separar todo creando mares, océanos y montañas para detener en seco la ofensiva de nuestras creaciones. Saló todas las aguas abiertas, creando animales resistentes y ayudando a los habitantes marinos a sobrevivir, dejando dulces los ríos y lagos para los animales terrestres. Y aún con todos los esfuerzos de mi hermana, la guerra inició. Aprovecharon su agotamiento, tras la primera semana de combate las bajas de ambas partes sumaban miles y mantenían cautiva a Rontas; aún cuando la situación era tan terrible, aún cuando todo parecía que nuestras propias creaciones nos detestaban, Alen y yo luchamos contra eso; tratábamos de salvar a todos los que podíamos para detener la guerra, pero nada sirvió.

Las lágrimas de todas las familias y los combatientes hizo del lago central un mar vivo, hecho de pena y resentimiento; la sangre derramada tiñó de rojo y dorado el desierto; y la ira embotellada hizo explotar volcanes y que la tierra temblase. Y los únicos que supieron detenerse fueron los elfos y los enanos; dirigidos por la estirpe de los Letto, y el mando de Gonhjuredum, respectivamente. Los humanos seguían cegados por su propio ego, por su codicia y ambición; por su necesidad de afirmarse superiores.

La guerra duró tres meses, en el tercero Santraz volvió a acudir ante mí para solicitar nuestra rendición para evitar más bajas de las necesarias; puede que el orgullo fuese y sea mi pecado, puede que fuera el suyo, pero me negué, reclamé la liberación de Rontas y sus palabras fueron las cuchillas que cortaron la cuerda que me catapultó a hacer lo que hice.

- ¿Rontas? Ella fue ejecutada hace una semana por mi Guido.

- ¿Qué habéis hecho? - Dije de forma inaudible al soltar un suspiro tras la noticia. - ¡¿Qué habéis hecho!? ¡NOSOTROS OS CREAMOS, OS DIMOS TODO! - Debajo de mí el suelo comenzó a agrietarse en respuesta a mis alteradas emociones. - No, yo no te tengo que juzgar -mientras las lágrimas se escurrían por mis mejillas llamaba a mi hermano entre sollozos ahogados. - Alen, hermano. Hermano, ven. Rontas nos ha dejado por su culpa. - Guie mi mensaje por el viento hasta él, y en menos de un parpadeo estaba frente a mí.

- ¡Cobarde asesino, déspota, narcisista! ¡Vuestra propia raza fue un error en este jardín! ¡Vuestra existencia misma es un error, pero pienso solucionarlo! - Y con un chasquido de sus dedos creó una criatura que sumió al hombre entre tinieblas antes de empezar a consumirlo.

El proceso fue lento, y a cada momento que pasaba se escuchaba su piel rasgarse y su sangre borbotear. Estaba torturándolo poco a poco antes de matarlo, y me asusté conmigo misma al darme cuenta que lo estaba disfrutando. Tomé la mano de mi hermano y la bajé, haciendo que el monstruo que había creado despareciera.

- Esta no es la forma, así no somos mejores que ellos. No somos así, nunca lo hemos sido.

- No. Habla por ti. No ÉRAMOS así, la guerra nos cambia, y la pérdida aún más; puede que para ti Rontas fuera una más de los ocho, pero ha sido mi compañera por los siglos que vosotros estuvisteis jugando a ser quien es todo. No voy a parar hasta matarlos a todos, hasta hacer que ellos decidan dejar de existir -se giró al humano-. ¡Y tú y tus soldados seréis los primeros! ¡Vuestro castigo será cazar a todas mis criaturas, nunca podréis descansar hasta que no lo hayáis hecho y todo vuestro trabajo servirá a la voluntad de otro humano que se alzará por encima de vosotros! Seréis destellos blancos que no recordarán su pasado. Y tu mano derecha se ha salvado porque no ha podido resistir a mi más débil criatura.

- Ja, ja, jajajaja -el humano comenzó a reír de forma descontrolada, con una entonación y actuación que pareciera que se estaba volviendo loco-. No, vosotros sois los condenados -al escucharlo comencé a manipular la magia a nuestro alrededor para evitar cualquier tipo de hechizo o maldición-, os veréis divididos, con todos vuestros recuerdos. Tendréis partes mortales y otras de lo que sea que sois ahora. Sufriréis más que yo. 

La magia no había sido modificada, no había habido movimiento de energías, no había sido una maldición, pero notaba que me estaban partiendo. Grité, chillé y lloré del dolor, sentía como deshebraban toda mi conciencia y todo lo que era para hilar tres cuerdas iguales. Pero nada de eso importaba porque ya no sentía nada. Acababa de morir.

Historias de un Origen: Las tres partes de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora