[CAPÍTULO-XIV]

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†・MALUM NOCTIS・†

Salerno, Italia.

El caballo frisón resopló moviendo una de sus patas delanteras con felicidad cuando lamió la avena en la palma de Felipe, quien le ofrecía el alimento mientras con la otra mano acariciaba sus crines negras. Él tenía un semblante vacío, que se acentuaba más con la sombra de sus párpados por las ojeras que el insomnio le había provocado; sentía decepción y congoja al saber que estaban de camino a Roma para volver a Francia.

Sin ella.

Se habían detenido hace unas semanas en Salerno, una ciudad portuaria bastante popular por ser aquella donde los más grandes mercaderes y negociantes se reunían para vender toda clase de mercancía... incluso esclavos... Ellos estaban ahí solo para llenarse de provisiones que les fueran de utilidad para el viaje, sus hombres cargaban costales de granos, compraban materiales para nuevos abrigos o cosas que les sirvieran para cuidar de los carruajes y las armas. Él por su parte decidió pasar un tiempo a solas con su caballo, sumido en una nostalgia que ni la hermosa vista al mar lograba quitarle.

—Su majestad —lo llamó Fil, el conde de Flandes que continuaba sin saber como hacerle entender que tenía que dejar de sumirse en ese estado de tristeza—, los soldados ya casi terminan, en uno o dos días podremos partir a Roma.

Él no respondió, continuó fijando su atención en su caballo. Fil tomó aire y lo soltó con cansancio, acercándose despacio hacia donde estaba el joven monarca, con las manos entrelazadas a la espalda.

—Felipe —comenzó a decirle—, ahora que regresaremos a Francia, me gustaría saber qué opinas sobre lo que te propuse.

—¿A qué te refieres? —habló con tono monótono él.

—Sabes que debes casarte, tener herederos cuanto antes —respondió Fil, tomando seriedad por el asunto—, la familia real inglesa es grande, lo sabes —comentó con casualidad pero mirándolo con el rabillo del ojo cuando acarició también al caballo—, el rey Enrique tiene a sus príncipes: Enrique, su favorito —soltó una risilla carente de humor, luego comenzó a enumerar a los demás hijos del Plantagenet—, Ricardo, Geoffrey, el pequeño Juan —luego dejó de acariciar al animal para mirarlo directo a los ojos—, sin mencionar a sus hijas, quienes también se pueden casar y hacerle tener nietos. Nuestros enemigos crecen, Felipe, ¿no piensas hacer nada al respecto?

—Por supuesto que pienso hacerlo —Felipe se pasó una mano por el cabello, que comenzaba a caerle en los ojos por lo largo que se estaba poniendo—, pero debo... esperar.

Esperar por Roxanne.

Solo rogaba a Dios por que la duquesa Ágathe hubiera podido completar la misión de rescatarla. Seguía inconforme con la decisión de regresar tan pronto por los problemas que se suscitan en Europa, sin embargo tenía que hacerlo. Enrique, no el rey sino el príncipe mayor, hermano de Ricardo, había estado insinuándole que quería rebelarse contra su padre. A lo cual se había unido el príncipe Geoffrey y el mismo Ricardo "Corazón de víbora". Al parecer porque el rey Enrique II hizo algo que a ninguno de sus hijos les gustó, por lo que incluso su madre, la perra Leonor de Aquitania, los había incitado a luchar contra él.

Y de hecho esto le representaba una gran ventaja, pues si sus enemigos estaban teniendo una ruptura familiar que los estaba fragmentando, ¿por qué combatir contra el enemigo de su padre cuando sus propios hijos podían hacerlo por él?, los príncipes de Inglaterra querían su ayuda para derrocarlo, por eso se habían acercado a Felipe para conseguir el apoyo de sus tropas.

Aunque a pesar de que esa pelea familiar le convenía, y podría fácilmente hacer que Enrique se hundiera al unirse a la batalla junto a los príncipes... no quería ayudarlos.

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