26 (Final)

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Nayeon pensó que no volvería a ver a Yoo Jeongyeon luego de aquella noche en su departamento

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Nayeon pensó que no volvería a ver a Yoo Jeongyeon luego de aquella noche en su departamento. Creía que el haberla echado de una forma tan cruel simbolizaba también echarla de su vida.

La triste pintora no la quería cerca, eso estaba claro.

Y, aunque dolía, Nayeon había comenzado a aceptar el hecho de que sus vidas iban en dos direcciones completamente opuestas.

Por supuesto, cruel como siempre, la vida planeaba un nuevo encuentro entre ambas almas rotas.

Fue mientras Daniel le escribía a Joy y Nayeon diseñaba un nuevo tatuaje para una adinerada clienta que la campana de entrada sonó.

No se volteó a mirar. Había perdido la costumbre, pues ya no tenía a nadie a quien esperar.

Se sorprendió cuando, segundos después, escuchó pasos acercándose lentamente. Fue extraño, pues no había escuchado siquiera la voz de la persona que había entrado.

Cuando se giró, su corazón comenzó a latir con rapidez.

Sus ojos, sin esperarlo ni desearlo, se habían encontrado con los de Yoo Jeongyeon.

—Vas a tatuarla —Murmuró el pelinegro con melancolía.

Él también notaba el cambio de Jeongyeon. Él también veía su piel enfermiza, la oscura ropa holgada que tiempo antes le había quedado fenomenal. Él también notaba su mirada baja.

—Yo... —Tartamudeó el pobre Daniel. Aquello le resultaba incómodo— Creo que te dejaré trabajar, Nay.

El joven se fue rápidamente y, aunque Jeongyeon estaba allí, Nayeon comenzaba a sentirse muy sola.

—Sé que prometí que no volverías a verme, Nayeon —Susurró la pintora mientras daba pequeños pasos en dirección a la pared con los dibujos y la frase de Harper Lee—, pero necesito un nuevo tatuaje... Y tú los has hecho todos, y yo no confío en nadie más.

Y, aunque aquel no era el momento que muchos habrían considerado indicado, Jeongyeon dejó escapar un par de lágrimas.

—¿Por qué lloras, Jeongyeon?

Ella suspiró.

—El dragón y el unicornio siguen allí —Sollozó mientras miraba el dibujo que había hecho poco antes de dejarla. A Nayeon se le encogió el corazón al recordarlo—... Y se aman, Nayeon. Son felices.

—Y seguirán allí, amándose con felicidad, hasta que tú pierdas todas las esperanzas que aún tienes. Hasta que pierdas todas tus oportunidades.

Nayeon no pudo saberlo, pero esta simple frase fue el detonante de todo el desastre que siguió.

—Entonces es una lástima que pronto tengan que irse.

—Entonces es una lástima que pronto tengan que irse

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❝ La Tatuadora de Libélulas ❞ ²ʸᵉᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora