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|Antes de la tormenta

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|Antes de la tormenta.|

Dos años antes del fuego...

Madrid, España.

K A T E.

Han pasado tres meses.

Tres meses desde ese momento. Tres meses de las lágrimas en los labios y de ese beso que aun ardía sobre la piel y sabía a despedida.

Si cierro los ojos aún puedo sentirlo cerca. Aun puedo evadir los kilómetros de distancia y percibir su olor, su tacto...A él en su totalidad. A mi lado en esa terraza de Madrid que ya nos pertenece, puedo sentir sus labios escondidos en mi cuello, mintiéndome.

Diciéndome que estaría bien. Que ambos lo estaríamos.

Si aprieto los parpados con mucha fuerza el recuerdo aún se vuelve lucido ante mis ojos y puedo sentirlo en la piel...Su tacto cosquilleando en mis manos mientras me las sostiene. Su aliento en mi oído y su voz ronca enunciando la promesa de que esto, este fragmento ya desdibujado en el tiempo no es una adiós para siempre, que esta despedida no es un punto final.

Sin embargo, aquí estamos: Noventa y cinco días después donde la ausencia de comunicación lo ha acaparado todo y me ha dejado sin nada, donde ni los sueños cumplidos han logrado llenar el vacío subyacente que me ramifica el pecho colándose en cada grieta de mi maltrecho corazón.

Prefiero romperte el corazón que verte morir en mis brazos»

Tenía mis dudas sobre lo que prefería yo. O al menos las tuve en ese momento donde después de que tomase ese vuelo las lágrimas habían sido las protagonistas de todas mis madrugadas junto a la pregunta:

¿El amor cuando es de verdad duele así? ¿Se supone que debe hacerlo? ¿Se supone que debe destruirte y desarmarte hasta dejarte vacía?

Elliot me había enseñado que no, que el amor no tiene que dañarte y romperte en mil pedazos el alma, lo cual es irónico porque durante su ausencia me he sentido así. He sentido que el peso de quererle me hacía la vida cuesta arriba si no estábamos juntos. Que si él no volvía a Madrid, yo no sería capaz de seguir, que no avanzaría.

Lo cual...No ha sido del todo mentira pero a estas alturas supongo que es normal, que lo es sabiendo que nunca me he enamorado como lo he hecho de él, nunca de verdad, con vísceras y entrañas. Nunca he cerrado los ojos y he saltado al vacío por alguien y por ende nunca he experimentado ese dolor que te parte en dos la vida. Tampoco he sentido lo que es que la tierra se sacuda en compañía de otra persona y mucho menos la ausencia de seísmos que deja una adiós. No hasta Elliot.

Durante incalculables horas y días he pensado que la vida seguiría así, que el suelo ya no se sacudiría más o que la tierra no giraría pero por suerte, el escritor tenía razón en algo.

Amor Irresistible  +18 [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora