CAPíTULO I. De lo que la Pequeñita anunció ante la Tormenta.

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                                                                                                §1

La cabecita redonda sobre las blandas patitas, y una bola donde debía de ir la sedosa y negra panza, señal de atragantamiento opíparo, contrastaban, en su calma y somnolencia, contra los rayos escarlata de los cielos purpúreos y los truenos retumbantes que en lontananza oíanse. Ella dormía, calentita y seca, en su árbol hueco, un tilo inmenso que la albergaba; y ahí, en ese ojo de la Tormenta donde se encontraba, el ambiente quieto permanecía, y, en esa paz extendida en el radio gigantesco, la Pequeñita jugaba, espiaba, ladraba, comía y bebía cuanto necesitase o quisiera; y siempre se mostraba contenta, y ese su jugar ocultaba un poco sus heridas, pues le habían dañado su orejita izquierda, y, ahora, siempre apuntaba hacia arriba, y, además, la patita derecha de repente cojeaba, ya que las patadas sufridas mella le habían hecho, mas estos asuntos los llevaba bien: todo el día ladraba; a las hormigas, que le habían tributado buenas ronchas, perseguía; en pequeños charcos chapoteaba; y con todos departía: discutía contra los vientos, parlamentaba con los animalejos, conversaba con la tierra y con ella dialogaban los árboles y las plantas; y esto era lo importante en verdad, pues ese día, apenas hubo echádose a dormir, llena y panzona, tres milenios cumplió de poseer el verbo.

Ella no sabía por qué era especial y diferente aquella jornada, mas lo percibió cuando devoraba las viandas que misteriosamente aparecían; con delicia se atragantaba y nunca pensaba mientras engullía sus bocados, mas la degustación de ese día muy rara le pareció, y se decía: «Cuando el sabor cambia, los cielos están en la tierra», y esta fue la primera verdad de la Pequeñita allá, en los días de la Oh; y aquellos sabores cieloterrosos la desmoralizaron, de modo que postergó su disfrute; y tomó, algo inquieta, abundante agua hasta tener un globo por vientre, y hechose a dormir, mas el sueño tenso y vago fue: recuerdos largamente detenidos quisieron aparecer en su memoria, y el miedo le sobrevino, y comenzó a chillar, como los canes chillan en su reposo, hasta que un trueno sonó más cerca que lejos, y el estruendo abrió sus ojos.

Ya despierta, olvidó el dolor, bostezó y estirose; y miró a su alrededor y nada extraño pudo ver, mas la sensación continuaba. «Algo viene», pensó la Pequeñita y, por primera vez en siglos, a explorar se decidió: miró hacia el oriente y, mediante el Regalo que no recordaba, observó a lo lejos a los Tres Hermanos, que vertían lava como de ordinario lo hacían, y ella pudo examinar, en su sobrenatural visión, el detalle del magma, de las rocas y de los volcanes; dudó entonces y hacia el sur miró a los Gemelos, apagados desde que los recordaba, y se preguntó si podría cruzar aquellos campos, pues ya lo había intentado, mas la Tormenta se lo había impedido, que cuando ella llegaba al valle, ya no avanzaba, pues un muro invisible se le imponía y atravesarlo no logró nunca, y de eso hacía ya un milenio, y por todos estos asuntos se impuso el avanzar hacia el norte, porque creía que, por la vereda del río, podría este tiempo escabullirse de su tormentoso Guardián, y, así, avanzó, y, luego de unas horas de andar por el camino que le marcaba el río, se encontró con el Viento del Norte, que no conocía, y éste se llegó a ella, y con frígidas palabras le dijo:

―Andá, que jamás vimos con anterioridad a la que de entre nosotros puede hablar con los que soplan. ¿Qué quieres por aquí, Pequeñita? ¿Por qué sales de tu árbol y vienes a nosotros, quienes tememos a Quien Te Acompaña? Si tú permaneces donde estás, evitarás muchas desgracias y otras tantas plagas que nos amenazan por tu culpa. No estamos muy bien conque socaves la paz que ahora disfrutamos, pues por ti nuestro mundo vacila. Regresa, Pequeñita que hablas con los que soplan, y no inquieras más. Es de saber que, de todos tus errores, el peor que has es la Esperanza, pues el objeto de la tuya es nuestro horror. Déjanos tranquilos; déjanos viajar y ser.

Los Trabajos de Pita y Xhii-Oh o, La Leyenda del Black GnuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora