"Busque afuera la comprensión que me esperaba en una habitación vacía"
Zephyr se fué. Me quedé en la mesa, observando a la nada. Pensando sobre que podría pasarme despues. Después de un rato, ma cabeza me comenzó a doler.
-No te asustes, eso solo lo fortalece. Literalmente. - Mencionó Arles. Levanté mi cabeza y lo miré. -¿Realmente no tengo opción, verdad?-pregunté seriamente.
Arles solo me miró y agachó la mirada. -El maneja todo lo que hay en el castillo.
-Sabes que eso no fue lo que te pregunté.- Me levanté de la mesa, y caminé hacía la puerta, dónde el estaba de pie. El solo optó por guardar silencio mientras yo lo miraba con una mirada que rogaba por piedad.
Su silencio me hizo decir algo por impulso.
-Bien.- Caminé a un lado de el. -No voy a ir.- dije mientras me abría camino hacia el pasillo.
Caminé por los pasillos hasta que llegue a la enorme entrada principal para salir al enorme patio.
Bajé los escalones y me senté en una de las dos fuentes que fueron elegantemente construidas por mera decoración. Mientras veía mi reflejo temblar por las ondas que ocasionaba el agua al caer.
-Miren, es la putita del jefe.- Escuché una voz femenina detrás de mi.
Bajé mis cejas, realmente estaba irritada y no quería convivir con nadie. Solo me giré sin decir una palabra.
Una chica rubia junto con otras cuatro personas, dos hombres y dos mujeres.
Cuando vivía con Serah, solía ver películas o series a escondidas. Y recuerdo perfectamente el estereotipo de que las chicas rubias, aveces, son las malas.
-Mira, Renata.- dijo una chica a su lado. -Ve como te mira, parece un conejo molesto.-dijo riéndose mientras me señalaba.
-Uy, se ve que está de mal humor.- Otra chica se agachó y comenzó a frutar mi mentón. -¿Quieres una zanahoria, pequeña?- Retiré su mano de un golpe y miré a otro lado. Me puse de pie y comencé a caminar hacia el otro lado.
Chisté la lengua cabizbaja.- Rubias.- Uno de ellos se puso en mi camino, me giré a la izquierda para avanzar, y otra chica ya me había bloqueado el paso. Ahora todos me habían acorralado en círculo.
Agaché mi cabeza con molestia y alcé ambas manos. -No estoy de humor para esto.- Podía sentirse la molestia en mis palabras.
Cuando alcé la mirada, la chica rubia a la cual se hacía llamar Renata, me tomo por sorpresa, puso ambas manos abruptamente en mi pecho y empujó provocando que cayera al agua helada de la fuente de espaldas.
Si cada movimiento brusco me hacía retorcerme del dolor, una caída sin duda sería mi perdición por unos días más. Mi cabeza se golpeó contra el suelo quedé aturdida por unos segundos. Además el dolor no me permitía enderezarme al instante. Pude sentarme después de unos segundos, pero me parecieron casi eternos.
Todo mi cuerpo me dolía, tenía frío y estaba enojada.
Me puse de pie, y el agua comenzó a chorrear de mi ropa. Esas personas solo se reían de lo mal que me veía. Grave error.
Estaba quieta, pero ahora mis emociones provocaban que mi sangre comenzará hervir.
-Perra.- murmuré.
Al parecer, Renata si me escuchó. Y molesta me cuestionó.-¿Que dijiste?- dijo intimidante. Puso ambas manos en su cintura y se inclinó un poco hacia adelante.
Levanté la mirada.-¡Eres una maldita perra! - Me lancé hacia a ella, y la tomé de la cabellera. En el proceso, golpee ala chica que me había dicho conejo y a otro tipo.
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Las Espinas De La Rosa Marchita
Teen FictionUna chica que fue lastimada por el mundo aprenderá a vivir Conociendo una nueva versión de si misma.