Vergüenza
Continúe caminando detrás del hombre. Se escuchaban a los pajarillos cantar en las ventanas, y podía ver cómo la niebla se levantaba.
Seguimos caminando por el salón con los azulejos de coronas. El pensamiento sobre como puede haber un salón tan grande en una mansión me invadió, pero lo dejé pasar. Ya que, bueno, es una mansión, puede haber de todo.
A mitad del camino, comencé a sentirme, extraña. Alguien me observaba a lo lejos, lo sabía, lo podía sentir, pero no podía girarme, me daba mucho miedo girarme y ver qué había algo detrás. Así que respiré hondo, y seguí caminando.
Llegamos a un comedor enorme, una mesa gigante que detrás había una chimenea, que estaba justo a las brasas.
El hombre que me guío me pidió sentarme frente a la chimenea para conservar calor. Me senté en la silla y ví el desayuno. No sabía que carajo era, pero se veía demasiado bien para ser comida. Al lado había una copa de jugo, lo olí por un momento para saber su sabor. Era jugo de naranja, lo odio.
El hombre se giró por un momento hacia a mi, pudo ver qué hice un gesto de disgusto.
-¿Pasa algo?- lo dice serio, mierda que vergüenza. -Uhm... Es el jugo, la naranja no me encanta- escondí mi mirar del suyo, y escuché como tronó los dedos.
Karma
-¡Traigan jugo de uva para la chica!-grita a modo de que lo escuchen en alguna parte. Tal acción hizo avergonzarme más.
Escuché como una especie de vasos o platos romperse y escuché gritos. -¡¿Qué acaso está mocosa no puede conformarse con lo que hay?!-
Reconocí la voz por un instante. Luego me giré y la ví. Era la pelirroja. Me aterró solo verla, puedo sentir el sudor helado en mi espalda. -He dicho, que le traigas jugo de uva.- dice el hombre, pero está vez lo decía como una advertencia.
La pelirroja me ve, y me reconoce. Puedo ver la ira en su mirada. Solo agacha la cabeza,-Si, señor. -se giró y caminó a la cocina.
¿Qué es esto?, debo estar soñando, -¿Por qué está ella aquí?- pregunté, pero para mí desgracia, lo dije en voz alta.
-Ella es Serah-escuché delante de mi. -hace años le debía mucho dinero a nuestro jefe y escapó.
-Serah, así que ese es su nombre. He vivido tanto con ella, pero jamás supe su nombre real- pensé.
-Hace tres días la capturamos y ahora trabaja haciendo los quehaceres de toda la mansión. No te preocupes por tratarla mal, esa perra se lo merece.
Si, en efecto, se lo merece. Está desesperada porque aquí no tiene forma de conseguir su droga, de algún modo me alegro.
Espera... Droga...
Mis pensamientos son interrumpidos por una serie de pasos que se escuchaban al lado mío, provenían de la cocina. Levanté la cabeza y la pelirroja, bueno, Serah traía el vaso con una jarra de jugo de uva que le habían ordenado para mí.
Serah se quedó al lado mío esperando que tomara un sorbo del vaso. Pero algo no estaba bien. Viéndolo desde arriba, había un extraño reflejo verde en el jugo, me estiré para ver la jarra, y el jugo de allí no tenía ningún reflejo verde. Además, ¿no hubiera sido más fácil traer la jarra y servirme yo misma?.
Algo no estaba bien, y estaba dispuesta a hacer algo al respecto.
-Pruébalo. - dije con autoridad.
-¿Qué dijiste?-Dijo Serah, confundida obviamente. -Toma un sorbo, puedo ver qué estás cansada.-lo dije como si fuera la persona más amable del mundo.
Serah confundida solo negaba con la cabeza y miraba nerviosa al hombre delante de la mesa. -No tengo permitido tomar de los vasos del jefe.- lo dijo como si fuera una excusa, sin embargo una excusa que nadie creería.
Ella me veía con esa mirada que tanto me había atormentado por años. ¿Acaso pensaba que su mirada iba a afectarme en ese momento? Sinceramente, su opinión o juicio dejó de interesarme en el momento en el que se le ordenó atenderme.
-Por favor, Serah. Toma un trago- dijo el mayordomo.
Serah sorprendida con que el hombre diera de mi lado, tomó el vaso y le tomo tres tragos. Luego agradeció, se giró y comenzó a caminar. Desapareció de mi vista y la del mayordomo. No tomé ni un sorbo al jugo, seguí comiendo mi comida que para mí molestia ya se había enfriado.
Unos pocos minutos después escuchamos un ruido en la cocina.
No desvíe la mirada de mi almuerzo, cuando escuché el ruido solo sonreí.
El mayordomo corrió a la cocina.
En un silencio incómodo en el cual solo escuchaba a mis cubiertos golpear con el plato, escuché el sonido de un walkie talkie.
-La sirvienta está muerta, cambio.- finalizó y volvió al comedor, a verme comer para esperarme a terminar. Llegaron cuatro hombres vestidos iguales, cómo el uniforme que se me prestó. Luego salieron de la cocina con el cuerpo de Serah en una bolsa. Bueno, me lamentaría pero, sinceramente no me importa.
Duda
-Si ya terminó, por favor sígame.- dijo el mayordomo, se giró y caminé detrás de el.
Pensando con más detenimiento, básicamente maté a una persona. ¿Qué carajo?, yo no era así. Mierda esto es demasiado intenso.
-Noto su respiración entrecortada.- dice el mayordomo y se gira hacia a mi-¿Qué le ocurre?
-Estoy, confundida, ¿yo la maté?- dije temerosa.
-Si.- dice fríamente. -Sin embargo, fué por defensa propia, ella te hubiera matado primero.- lo dice con una calma increíble.
Además, la hubiéramos matado de todos modos- se giró de nuevo y continúa caminando.
-¡Oye, espera!- le grité. -¿Acaso soy... su reemplazo?- dije temerosa. Sinceramente no quería tener el mismo trabajo que Serah, limpiar una casa enorme, moriría haciéndolo.
-No, señorita.-Dice con detenimiento. -Usted no tiene ninguna especie de deuda con el jefe, así que usted no tiene por qué trabajar aquí.
-Entonces...- Cuestioné para mis adentros-¿Quién la reemplazará?- dije a modo de que solo él me escuchara.
-Solo buscaremos a alguien que esté en deuda con el jefe.
-Oh, entiendo- dije. -¿Entonces todos los que trabajan aquí, tienen una deuda con el jefe?- pregunté cómo si fuera un niño que recién entiende un tema.
-Si.- finaliza con un suspiro. -Todos aquí tenemos una deuda que hay que pagar, algunas son muy grandes ,otras no lo son mucho. Pero en efecto, está en lo correcto.
Me impresiono por lo que dice. -¿Qué deuda tienes tú?- pregunté, pero siento que ya tomé más confianza de la necesaria.
El mayordomo se detiene por un momento. Agacha su cabeza y dice -Me salvó la vida.
-¿Entonces, tienes que servirle para siempre?-pregunté con un tono triste pero parece ser que el ya está acostumbrado.
El solo asintió con la cabeza.
-¿Cómo te llamas?- pregunté -No quiero seguir refiriéndome a ti como el mayordomo.
-¿Mayordomo?-hace un gesto de desagrado, me avergüenzo de ello. -Me llamo Arles.
un silencio incómodo inundó el pasillo.
Hay algo que llega a mi mente. Estoy siendo bien tratada aquí. Tengo una habitación caliente, buena comida. Esto es mejor que la vida que tenía con la pelirroja y en algún momento recordé la vida con mi abuela en el lago.
El "Jefe" me salvó, así que yo tendría que pagar el precio. En algún momento.
Pensarlo me da miedo.
ESTÁS LEYENDO
Las Espinas De La Rosa Marchita
Ficção AdolescenteUna chica que fue lastimada por el mundo aprenderá a vivir Conociendo una nueva versión de si misma.