Capítulo tres

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-¿Hermano, estás bien? -se apresura a tocarme la frente

-¿Por qué no habría de estarlo? -cuestiono algo irritado

-¿Sebastián?

No respondo. Me limito a pensar en todo y en todos ¿desde cuando la vida es tan difícil?

¿Sebastián? -vuelvo a escuchar esa voz

-¿huh? -maldita muletilla la mía, sin embargo no importa. Estoy tan perdido en mi propio mundo que no encuentro ni mi propia voz.

-¡Sebastián! ¡Maldita sea! -me dan palmadas en la espalda tanto como en los brazos

Cierro y abro los ojos con brusquedad, sucesivamente los froto con rudeza y parpadeo un par de veces. Levanto la vista y observo a mis amigos desconcertados.

-¿Qué pasa contigo?

-¿Billy, de que hablas? -frunzo el entrecejo

-¿De que hablo? -mueve la cabeza repetidas veces hacia los lados- ¿en serio? -agrega sarcásticamente- Sebastián, no se que te sucede pero desde ayer estas sumamente raro, desapareces, no contestas los mensajes, y ahora llegamos a la cafetería y por alguna extraña razón te quedas viendo hacia esa mesa vacía. ¿Que te sucede? No trates de sale corriendo esta vez -Por su tono de voz esta molesto, lo comprendo pero... ¿Todo fue un flashback? ¿Jamás le conté lo que me sucede? ¿Por qué la mesa dónde ella estaba esta vacía?

-Billy... yo...

-¡Maldita sea Sebastián! ¿Saben algo? Al diablo con la reunión en la tarde, ya no tengo ganas de nada

Y se va. Billy se va y los demás lo siguen; lógico. Yo soy el intruso para ellos y no de la nada se van a preocupar por mi ni nada por el estilo. Ignoro eso y me acerco a la mesa dónde estaba o supuse que estaba ella. Algo en mi corazón me susurra que debo ir hacia ahí así que yo solo obedezco mis impulsos, después de todo ¿qué puede pasar?

Camino unos diez pasos aproximadamente y me siento en aquella mesa. Inhalo y exhalo con fuerza para después agachar la mirada. Es en ese instante en el cuál logro observar que hay un arete, sé que no es la gran cosa pero quizá, quizá puede ser de ella y quizá, solo quizá pueda ser una nueva oportunidad de acercarme nuevamente, claro, esta vez lo planearé todo.

Decido ir a mi casa pero después cambio de opinión, puede estar mi tía y me va a preguntar porque no estoy en la escuela, cosa que me da flojera responder. Me voy en mi bicicleta sin rumbo fijo a pensar en lo que haré. Debe ser a más tardar mañana.

Mi refugio hasta la hora de la salida es un oxxo. Como toda persona gorda que soy me compro un hotdog y un refresco, cabe mencionar que no faltaron mis galletas como postre. Como y mato el tiempo en mi celular. No lo puedo creer, ¿acaso ni yo me quiero? Estoy con sobrepeso si no es con obesidad y ¿sigo comiendo? Siento el remordimiento en mi ser pero como siempre la tentación me ganó. Y esta es la misma historia de siempre.

Miro por décima vez mi celular y me percato de que hace 10 minutos debieron haber tocado el timbre que anuncia la salida. Tiró los empaques en el cesto de la basura y salgo del lugar.

Realizo el mismo trayecto para llegar a mi casa y bajo de mi bicicleta. Mi hermana me recibe con un fruncido de cejas.

-Hola Gordostián

La ignoro. ¿Para qué le respondo? De todas formas sé que es verdad y pues, ya me acostumbre.

Entró a la cocina y le digo hola a mi tía. Subo las escaleras y una vez en mi cuarto pongo el seguro a la puerta. ¿A quién no le molesta que entren a su habitación? Bueno, no es molestia. Es sumamente incómodo e irrespetuoso ya que es un espacio privado. Enciendo mi ordenador, espero a que este listo para poder accesar y buscar en él y me dispongo a revisar mi historial.

Sí |Sebastián Villalobos|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora