EXTRA. Recuerdos del pasado

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Dentro de los pasillos de aquel enorme palacio se encontraba caminando un hermoso hombre de tez bronceada, ojos rojos y una marca roja que brillaba como un faro en su frente.

Todos los sirvientes que lo veían bajaban la cabeza ya sea miedo o respeto, la verdad a él no le importaba si le tenían miedo o respeto, mientras le fueran leales eso era lo único que importaba.

El Gran Emperador de los Tres Reinos Lou Binghe se encontraba caminando por los pasillos del enorme palacio. Su expresión no era la más buena. Se notaba visible irritado, los sirvientes sabían que debían que alejarse de él o esconderse si no querían que sus cabezas rodarán por el suelo.

Ignorando todo eso Lou Binghe simplemente camino hacia una sala en específica (sin prestar mucha atención a los asustados sirvientes que se escondían de su presencia), esa sala donde nadie tenía permitido entrar, ni siquiera sus esposas favoritas.

Lou Binghe entró azotando las puertas con tanta fuerza después de haber entrado en ella que las paredes retumbaron. La sello con un talismán de bloqueo y agrego un talismán de silencio.

La sala no era tan grande, era como un pequeño estudio, pero la diferencia entre el estudio y la sala era que en esta solo había un gran asiento almohadado que daba vista hacia la pared. En aquella pared había unos pedazos de lo que fué una bella y elegante espada que el conocía a la perfección, los restos de lo que fueron hermoso abanico plegable. Pero lo que más destacaba en aquella habitación era la enorme cabeza de lo que fue una magnífica y poderosa bestia cuando estaba viva.

Cuando se sentía enojado o irritado (la mayoría de las veces siempre se encontraba así) llegaba a está sala donde había puesto personalmente aquellos dos objetos y la cabeza de lo que fué un hermoso y mortal Lobo Eclipse, el último de su especie y que él logró asesinar.

La cabeza de la bestia fue disecada meticulosamente para que no perdiera su última expresión antes de morir, aquella expresión llena de rabia, tristeza y arrepentimiento que (a pesar de muerto) aún se reflejan en sus ojos.

Ese era su pasatiempo. Mirar los ojos de aquella bestia que alguna vez hace mucho tiempo estuvo viva, aquella bestia que era capaz de dar su vida por el que alguna vez fué su Shizun y se negó a serle fiel a él. Sin duda una mascota leal hasta la muerte.

Miró ésos ojos y recordó sus días de cuando era un estúpido, débil e iluso discípulo.

Recuerda la primera vez que vió aquella bestia, sintiendo fascinación y terror por ella. Siempre que lo veía iba acompañado a la escoria de Shizun que tuvo alguna vez.

No lograba comprender el por qué aquella bestia se mostraba tan leal hacia aquella escoria frívola que tenía como maestro. Siempre que se le veían juntos Shen Qinqiu nunca llega dedicarle una sola mirada a la bestia que caminaba detrás de él. Cuando la bestia hacia algo que era digno de premiar nunca le daba un reconocimiento.

Le costó tanto entender como era posible que, a pesar de todo ese trato y comportamiento frívolo y distante, la bestia parecía no importarle mucho aquello. Hubiera seguido con aquella duda que lo carcomía por dentro en aquella época si no hubiera visto aquella escena que le cambio su percepción y sentimientos de las cosas y que a pesar de cuando lo niegue, hubiera deseado que también ocurriera con él.

Aquél hombre cerro lentamente sus ojos carmesí, recordando aquél recuerdo que (a pesar del largo paso de los años) seguia en su memoria .

Aquél hombre cerro lentamente sus ojos carmesí, recordando aquél recuerdo que (a pesar del largo paso de los años) seguia en su memoria

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