MPREG (V)

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El silencio se extendió, yo sentía el rostro en llamas, él permaneció inexpresivo por largo rato. Cuando al fin pareció procesar mis palabras, abrió los ojos de la impresión y al instante se llevó una mano a la boca.

—¡Cielos! —exclamó en tono bajo, yo asentí con la cabeza, anonadado— Tobi, tú, ¿estarías dispuesto a...?

—No lo sé, Ricky. —Un largo suspiro dejé escapar antes de sostener su mano para conducirnos a las sillas altas de la barra y tomar asiento, sentí que si seguía de pie, en cualquier momento iba a caer—. Antes de todo esto, jamás sentí que faltara algo, ¿y tú?

—No. Amo a nuestra familia tal cual está.

—Exacto. Sin embargo, pasó todo esto de la manera más rara, la cosa es que, no supe cuánto lo quería hasta que ocurrió.

—Pero la pregunta vuelve a ti, ¿de verdad lo harías?

—Créeme que lo he pensado, pero... —Una mueca de disgusto o confusión apareció en mi rostro y Ricky se soltó a reír—. Dime la verdad, ¿jamás has sentido curiosidad por intercambiar?

—¿Y tú, Tobi? —replicó enseguida con una burlesca risita.

—¿Lo ves? Contigo no se puede, no sabes ser serio.

Mi esposo soltó una carcajada más fuerte, en verdad, sentí deseos de ahorcarlo. Cuando notó mi intención de erguirme y partir, volvió a halarme hacia el banco y calmó la risa para responder a mi pregunta:

—¿Curiosidad? Claro que sí. —Lo observé contrariado, exigiéndole con la mirada una explicación para no decirme antes y él continuó—: Tobi, fuiste el primer hombre con quien... bueno, ya sabes...

—¿No querrás decir el único o acaso hubo otro luego? —pregunté achinando la mirada y se soltó a reír.

—Tobi, eres un tonto celoso. Sabes a qué me refiero. —Tomó mi mano sobre la barra y suspiró—. Lo que digo es que desde entonces siempre ha sido así y yo, pues, no quería hacerte pensar que no disfruto lo que hacemos, porque créeme que no es así. Adoro hacer el amor contigo.

—También yo y te entiendo, pero Ricky, eres mi pareja; se supone que podemos hablar de estos temas.

—Tienes razón, aunque tú requeriste la propuesta de Sebas para pensarlo.

—¿Qué me dices tú? Si yo no te contaba esto, te guardabas tu curiosidad para siempre.

—Tú ganas. —Compartimos una sonrisa y una vez más soltó una pregunta que me heló la sangre—: ¿De verdad quieres hacer esto por mí?

Negué con la cabeza en silencio, con premura, aunque repleto de nervios, halé sus manos para obligarlo a acercarse y poder abrazarlo, respondí a su oído:

—En parte sí, pero si decido hacerlo, sería más bien, por nosotros. —El silencio reapareció. Con nuestras manos fuertemente apretadas, compartimos un tierno beso antes de decir algo más—: Necesito tiempo para pensarlo.

—El que requieras.

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Algunas semanas pasaron, solo con medio imaginar la situación sentía escalofríos. Mirarme al espejo de cuerpo entero en el vestidor me puso a pensar; vi mi reflejo, el marcado abdomen reemplazado por una panza enorme y aunque una sensación de ternura ante un creciente pequeño, fruto de nuestro amor, me provocó una nimia sonrisa, sacudí la cabeza, estremecido por cómo sería llegar a ese punto.

También estaba el tema de, ¿cómo abordar el asunto con Tadeo? Si bien era cierto que él comprendía a la perfección mi matrimonio con Ricky y nuestra singular familia conformada por dos padres y una mamá, ¿cómo carajos manejaría el que, encima, fuese su papá el embarazado? Dejé de observar el espejo y procedí a vestirme, veloz.

No te esperaba II: EspecialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora