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En la residencia Verstappen Pérez, en una cálida mañana, Lando y Pato, hijos del matrimonio, se sumergían en un peculiar juego televisivo, ocupando el amplio sillón de la sala.

Sergio, a un lado, hojeaba el periódico, pero su atención se desvió hacia el juego al ver cómo lanzaban personas desde un barco. Sorprendido, abrió la boca para preguntar sobre el juego, pero la cerró con cierta vergüenza. Por lo general, nunca comprendía las conversaciones de sus hijos.

-¿Y de qué trata ese juego?.- preguntó después de unos minutos en silencio.

-Estás en un crucero y matas gente.- respondió Lando con simpleza.

Sergio asintió, confundido por los juegos que jugaban sus hijos. La generación de ahora jugaba cosas muy extrañas. Aún recordaba que en sus tiempos solía pasar el tiempo con sus amigos andando en bicicleta, jugando básquetbol o simplemente platicando de cosas sin sentido.

-Y también puedes ahogarlos.- la voz de Pato lo sacó de sus pensamientos.

-No me digas.-respondió sarcástico el mexicano.-¿Y solo puedes hacer eso?.- ambos chicos asintieron a la pregunta de su padre, dejando el ambiente en silencio de nuevo. -Apaguen eso, les mostraré un verdadero juego.

-Ay no, papá, ya te dijimos que no queremos jugar con canicas.- dijo Lando con una mueca en su cara.

-Oh vamos, jugaremos serpientes y escaleras, les prometo que será divertido.- propuso Sergio.

-Suena aburrido.- respondió Pato con indiferencia.

-Sí... ese juego se oye tedioso.- añadió Lando sin dejar de mirar la pantalla.

-No, les aseguro que no. Mis amigos y yo lo jugábamos siempre en invierno. Bajábamos al sótano de la casa de Carlos con tazas de chocolate. Yo siempre ganaba.- explicó Sergio con una sonrisa en la cara, disfrutando de compartir historias de su juventud.

-¿Y qué? ¿el ganador recibe un corpiño?.- preguntó Pato, provocando la risa de Lando mientras Sergio rodaba los ojos.

-Yo quiero beber chocolate ahora.- dijo Yuki, asustando a Sergio, quien no se había dado cuenta a qué hora había llegado a la sala con ellos.-¡Oye Rita! ¡Ritaaaaa!.

-Envíale un texto, está lavando ropa.- aconsejó Lando.

-¡No! ¿Y si mejor se paran como personas normales y dejan de usar sus teléfonos un rato?.-sugirió Sergio, comenzando a estresarse por la actitud molesta de sus hijos.

-Ayer estuvimos en casa del tío Lance. Se compró un televisor de 90 pulgadas, yo quiero uno.- pidió Pato, ignorando por completo a su padre.

-¿Sabes qué? Cuando trabajes y aprendas a divertirte como un niño normal, te daré todos los que quieras.- dijo Sergio entre dientes mientras se levantaba del sofá.

-¡Papá, quiero chocolate caliente!.- rogó Yuki mirando a su padre.

-Está bien, te haré tu chocolate caliente.- respondió dirigiéndose a la cocina.

-Niño, estamos a 49 grados. Tómate una coca mejor.- aconsejó Pato a Yuki, quien negó mientras le sacaba la lengua y seguía a su padre a la cocina.

En ese momento, el teléfono de la casa sonó, pero nadie respondió, esperando a que Rita lo hiciera. Sin embargo, al pasar los minutos, el teléfono seguía sonando con más intensidad.

-¡Rita, está sonando el teléfono!.-gritó Sergio mientras trataba de encender la estufa.

-Deja, le enviaré un mensaje.- dijo Lando sacando su teléfono mientras pausaba el juego.

-No envíes textos a la niñera. Sabes que es descortés enviarle textos a la niñera. ¡Solo levántate y búscala!.- le gritó el hombre al chico.

-¿Por qué? Si tú lo haces siempre.- contraatacó Pato, defendiendo a Lando de su padre.

-¡Yo lo hago porque trabajo!.- se defendió Sergio.- Para ganar mucho dinero y pagar tus textos.

-Papá, mejor quiero café.- dijo Yuki, mientras veía cómo su padre seguía batallando por encender la estufa.

Justo en ese momento, Rita entró a la cocina riéndose mientras veía cómo Checo se quemaba los dedos con la estufa.

-No es gracioso, Rita.- murmuró el hombre, poniendo su mano en agua fría.- Yuki quiere café.

-Si quiere, yo se lo hago.- ofreció la chica cortésmente, a lo que Sergio asintió.

-¿Quién llamó por teléfono, Rita?.- preguntó Sergio aún con su mano en el agua.

-No lo sé, señor Pérez. Cuando venía para acá, Yuki pasó a mi lado diciéndome que él contestaría.- informó la chica.

-Oh, no te preocupes, gracias.- agradeció Sergio.

Al terminar de preparar el café, Rita salió de la cocina llevando consigo tres tazas de café, una para cada niño Verstappen.

-¡Agh, Rita, esto no es café! ¡Esto es pura agua con colorante! ¿Estás tratando de envenenarme?.- se quejó Lando.

-Oh, por favor, Lando, esto está delicioso.- le gritó Pato.- Gracias, Rita.

-¡Maldita sea!.- Sergio se frotó la frente con la única mano que no tenía quemada, frustrado. -Vuelvan a sus textos o a sus videojuegos. Ya no quiero volver a escuchar sus quejas.

Sergio salió de la cocina y vio por la gran ventana del pasillo cómo el auto de la casa se estaba moviendo solo afuera, chocando con las mesas del jardín.

-¿Qué rayos sucede en esta casa?.- preguntó Sergio, mirando a través de la ventana.-¡No puede ser!.

Todos los presentes salieron de la casa hacia el patio, encontrándose con el pequeño Yuki saliendo del auto.

-No quise hacerlo, fue un accidente.- se disculpó el pequeño.

-No importa. ¿Estás bien? ¿Qué estabas haciendo?.- preguntó Sergio, preocupado, mientras revisaba que Yuki no tuviera ningún raspón, temiendo que Max lo mataría si el pequeño se lastimaba.

-Es que intentaba usar la nave.- murmuró Yuki, abrazando a Sergio por el cuello.

-¿La nave? ¿Qué es la nave? ¿El carro tiene nuevas funciones?.- preguntó el mexicano confundido.

-La nave del auto para hacer una pregunta.- respondió Yuki.

-Es el sistema de navegación, tonto.- le corrigió Lando sacándole la lengua, pero Pato lo pellizcó.- Auch.

-Parecen perros. ¿No pueden estar sin pelear un rato?.- preguntó Sergio, sintiendo que en cualquier momento le daría un infarto por el estrés.

-Un hombre llamó. Dijo que tu amigo, el entrenador Jules, se fue al cielo. Trataba de buscar el cielo para ti en la nave, para que lo visites.- explicó nuevamente el pequeño.

Sergio cambió su expresión de molestia a una de tristeza. El entrenador Jules Bianchi fue alguien muy especial para él. Además de ser su entrenador, era su amigo, uno de sus mejores amigos y confidente.

Pato y Lando dejaron de molestarse al ver la expresión de su padre. Caminaron hacia él, uniéndose los tres en un abrazo de apoyo para su padre, al que también se unió Rita.

Son como niños || Fórmula uno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora