「c u a t r o」

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Guillermo miró a Lionel por última vez antes de ingresar a su domicilio, se despidió con la mano y fingió una sonrisa que rogaba que la distancia hiciera parecer sincera

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Guillermo miró a Lionel por última vez antes de ingresar a su domicilio, se despidió con la mano y fingió una sonrisa que rogaba que la distancia hiciera parecer sincera. Era consciente del temblor de sus manos y de su respiración agitada, la sensación de ansiedad lo recorría por completo, su cabeza se sentía a punto de estallar y sus entrañas parecían estar a punto de incendiarse. Al recibir el teléfono del otro había sido lo suficientemente precavido para no poner su dirección exacta. Y, sin embargo, ese hombre conocía su nombre, su dirección y no le sorprendería que también conociera cada detalle de su vida.

Mientras caminaba lo más rápido que sus pies le permitían, se cuestionó por un momento si sería buena idea llamar a Andrés, su mejor amigo, e informarle la situación; concluyendo casi en instantáneo que no sería la mejor opción. No, definitivamente no le gustaría lidiar con la policía y un posterior sermón por parte de Andrés en ese estado. Llegó a la cocina y abrió con desespero el cajón donde guardaba sus medicamentos, luchando por encontrar los indicados.

«¿En qué momento había comenzado a consumir tantos?», se preguntó mientras se reñía a sí mismo por el desorden del pequeño espacio, «debería haberle hecho caso a Manuel y mantenerlos ordenados».

Manuel. Tan pronto como el nombre estuvo en su mente el teléfono sonó, se apresuró a llenar torpemente un vaso con agua y corrió hasta el aparato, apuró las pastillas hacia su garganta y bebió el líquido de un trago mientras levantaba el teléfono.

Hallo bonito, ¿cómo estás? —Guillermo escuchó la voz de Manuel a través del auricular y sin poder evitarlo sus ojos se llenaron de lágrimas. Durante un segundo albergó la esperanza de que aquella voz le devolviera la calma que la presencia de Lionel le había arrebatado, sin embargo, lejos de tranquilizarlo, sintió aquel malestar asentarse en su interior.

Su mente retrocedió al momento que estuvo a solas con Lionel en la parada de autobuses, a lo correcto que se sentía estar ahí, con él, a la acogedora calidez que sentía en su interior a pesar de la llovizna y el frío; lo desconcertaba lo ajeno que se sentía luego de entrar a su casa, su hogar, tenía ganas de correr a donde sea que estuviera el alfa argentino y al mismo tiempo una parte de su cerebro le gritaba aterrado que aquel sujeto podría ser peligroso.

—¿Memo? ¿Estás ahí? —insistió Manuel ante la falta de respuesta.

—Sí, sí, aquí estoy —se apresuró a contestar, intentando disimular lo mejor que pudo su malestar.

—Al fin contestas cariño, estuve intentando llamarte antes, pero no conseguía localizarte, estaba preocupado —expresó Manuel con alivio—. ¿Cómo estás? No te oyes muy bien...

—Yo, bueno, estoy... estoy bien —respondió restándole importancia—. Umh, solo... estoy algo cansado y me duele un poco la cabeza

—¿Te tomaste ya tus pastillas? —preguntó Manuel.

—Sí, acabo de tomarlas... —Guillermo titubeó, indeciso sobre si contarle o no el motivo de su demora.

—Andrés me dijo que te quedaste hasta más tarde en el trabajo... —admitió el alemán ante el largo silencio del otro.

One More Time 「Mechoa」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora