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"Shuntarō, amor ¡Ya es hora de ir a estudiar!"

No dormía, escuché con claridad el grito de mi madre mientras daba la milésima vuelta sobre la cama, con las frazadas ya en el suelo. Terminé por mirar el techo, soltando un largo suspiro, mientras llevaba una de mis manos a mi vientre, acariciándolo. Tan plano, tan igual a un día o una semana antes ¿Cómo es que había dejado que sucediera eso?

Sí, fue mi culpa por olvidar tomar los supresores, pero tenía diecisiete años, nadie se espera que eso pase tan pronto... Menos cuando Keiichi no me dejó ni respirar una vez llegamos a su casa. Es su culpa, claro que es suya, aunque es más mía por ser un idiota y no pensar en lo que podía suceder.

¿Qué nombre suena más bonito? Me gusta Asher, porque significa afortunado y feliz. Siempre me imaginé a mi hijo como el alfa más hermoso de todos, fuerte, inteligente, capaz, pero a la vez con una sensibilidad que yo me encantaría que tuviera; o podemos ponerle Keiichi Junior. No, vamos a ponerle Asher, amor, lo que tú quieras. ¿En serio? Gracias amor, te amo.

Me imaginé esa charla con mi alfa, aunque sabía que lo más probable era que no se tome bien la noticia, ni él ni nadie, mis padres seguro querrían que me mude con él y aún no había acabado la secundaria, tampoco quería perderlos, los amaba mucho, a ellos y a la tarada de mi hermana, aunque la última parte podía guardármela para mí.

Pasé la yema de dos de mis dedos por la mordida en mi cuello y suspiré, al final, se supone que tarde o temprano me mudaría a vivir con Keiichi y darle todos los hijos que desee, eso debería sonarme bien, hacer feliz a mi alfa es mi razón de vivir ¿Por qué tenía tanto miedo? Cuando Keiichi me mordió, mis papás se pusieron muy felices, incluso Hikari se puso algo celosa ¿Qué mejor que tener a tu pareja eterna a los diecisiete años? Hicieron una fiesta, aunque yo no quería porque vaya que dolió esa mordida.

Esperé la magia, los juegos artificiales, la sensación de mi corazón llenándose de felicidad y lo único que sentí fue un hueco creándose en mi pecho y un inmenso dolor en el cuello. No se lo dije a nadie, sonreía e intentaba aparentar que todo iba perfecto, incluso con Keiichi, quien me presumió ante cada uno de sus amigos como el trofeo de una noche de bolos.

Quizás es que lo real es muy alejado de lo que te imaginas por mordida, lazo y amor eterno.

"¿Shuntarō? Hijo, te estoy gritando, cielo ¿Por qué no me haces caso?"

La cabeza de mi madre se asomó por la puerta y suspiré, acurrucándome más en mi propio cuerno, asegurándome de no presionar mi vientre cuando encogí tanto mis piernas que mis muslos llegaron hasta mi abdomen. Ella caminó y se sentó a mi lado, llevando una de sus manos a mi cabello, acariciándolo.

Mi madre era la más hermosa omega del mundo. Una sonrisa preciosa, piel clara, ojos que iluminaban cualquier oscuridad y una personalidad demasiado bondadosa. Ella amaba a mi padre, Hikari y a mí. Mi papá también era un alfa muy respetado, admirado y majestuoso, cualquiera se lo imaginaría como un caballo, el más espléndido semental. Siendo una pareja como ellos lo eran ¿Qué quedaba para Hikari y para mí? Mi hermana mayor soñaba con ser como mi madre, y yo, al ser un omega hombre, solo deseaba encontrar a alguien que me ame siendo... Así.

Aunque mi mamá siempre me dijo que era completamente hermoso, así que no debía preocuparme, hoy en día hay mucha diversidad en gustos y alfas que quieran a un omega hombre tan bonito como yo. Sí, ella siempre me hacía sentir muy bien.

"No quiero ir a clases." Susurré, mirándola con un pequeño puchero en mis labios.

"¿Y por qué? Allá está tu alfa, hijo, debes ir y estar con él." Sus dedos se hundieron entre mis mechones, logrando que soltara un pequeño ronroneo. "Parece que andas muy caprichoso últimamente, amor." Sonrió.

The Perfect Omega [NiraShiya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora