1. Apolo Johnson

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1| Apolo Johnson

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1| Apolo Johnson

Dafne Brown

El sonido de mi alarma me despierta.

Malhumorada la apago para que deje de molestar y poder seguir durmiendo un poco más.

Debería estar penado despertar a los estudiantes a una hora demasiado temprano de la mañana.

 ¿A quién se le ocurrió despertar a los estudiantes, jóvenes que madrugan por exámenes, deberes o que madrugan por quedarse hasta las cinco de la mañana en un concierto virtual?

En mi defensa, fue el mejor concierto virtual que he visto en mi vida, bueno visto y escuchado.

—¡Dafne! —mi madre grita mi nombre para que me termine de despertar —¡El desayuno ya está servido cariño!

Vamos a hacer la técnica Daf y a ver si está de buen humor para dejarme faltar a clases.

No emito ningún sonido, ni me muevo, regulo mi respiración y oye ¡Deberían contratarme como actriz! ¡Que parezco muerta!

Y así casi logro conciliar el sueño nuevamente, pero una señora de 1.50 metros entra a mi habitación hecha furia.

—Dafne Elizabeth Brown Bennet, o se levanta de una vez o hago la técnica que usaba papá cuando eras adolescente —habla mi madre en un tono fuerte.

Me levanto inmediatamente, revivir la técnica que usaba papá cuando tenía catorce años.

Ush…

Un escalofrío me recorre la piel de tan solo recordarlo…

—Ya estoy despierta mamá —digo sentándome en mi cama.

—Muy bien —dice mi madre con una sonrisa —. Tu desayuno está en la mesa cariño —se acerca y deposita un beso en mi coronilla.

¿Cómo es que lo hace? 

Hace un momento quería estallar de la furia y ahora me ha dicho cariño ¡Me ha dicho cariño!

Algo adormilada salgo de mi cama y voy para mi closet a buscar algo de ropa de mi agrado. Cojo una sudadera negra y unos pantalones del mismo color.

Si, a pesar de que haga 40°c siempre usare sudaderas y pantalones negros, es ya un método de vida.

Busco mi camiseta blanca por todos lados, pero no la encuentro, algo desesperada busco en el desastre que es mi habitación, pero aun así no la encuentro.

—¡Mamá! ¡¿Tengo camisetas limpias?!

Mi madre tarda unos instantes en responder y cuando lo hace, preferiría no haber preguntado y ponerme una camiseta del cesto de la ropa sucia.

—Si cariño.

Mi madre abre la puerta de mi habitación y en sus manos hay un horror.

Tal vez para las chicas de mi clase lo hubieran visto como el tesoro de un barco pirata, pero para mi es como si sostuviera una daga ensangrentada con la que me mataría.

Las notas musicales que me llevaron a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora