(27/04/2023)
Volver a sentarme en tu coche después de tres semanas fue como un gran golpe de realidad, sabiendo que nada volvería, que las cuatro citas morirían y que no existiría más que aquella quinta, donde estabas construyendo una pared entre nosotros dos, una pared donde sentía que cada segundo que pasaba en ese momento caía un ladrillo tras otro, alejándonos, creando tensión en el hilo rojo con el que nos habíamos encontrado atados, unidos, conectados como siempre habíamos sentido que estábamos.
No sabía cómo me sentía, solo sabía que acabarías con lo poco de mi corazón roto, y estaba asimilándolo, procesando, recordando cada detalle de aquella última vez, memorizándote, sabiendo que nunca volvería a estar tan cerca de ti y donde con el tiempo, en mis momentos de reflexión me torturaría pensando en tu última imagen unida a todos nuestros recuerdos.
En el fondo odio haberme quedado con todos tus detalles, cosas que incluso tú ni te habrías dado cuenta, fragmentos que vienen como un deja vu y me matan un poquito más por dentro.
Todo acabó ese día, aunque yo ya estuviera rota desde hace tiempo, acabo como empezó, con nervios y tensión, pero esta vez eran nervios de un miedo que golpeaba dentro de mi para salir, y una tensión tan dolorosa como palpable, en el mismo coche, contigo a mi lado, música insignificante de fondo, y tu preguntándome con tu voz suave que como me había ido el día.
Te saque una sonrisa, una sonrisa que no debía estar ahí, en ese momento, en esa situación, en esos labios, porque me mataba, me mataba sabiendo que el muro era cada vez más alto, más opaco, más doloroso, más matador de lo que ya estaba siendo esa situación. Porque no te volvería a hacer sonreír, no te vería reír bajo mis labios, bajo mi diversión, y tampoco en lo alto de mi felicidad.
Apareció una grieta, esa grieta partida por una risa que significaba más que una sonrisa en un momento malo, para mí significaba esa rendija de luz que podía pasar la oscuridad si algún día lo decidías.
Era cosa tuya taparla para siempre o si hacer un agujero lo suficiente grande para que te cogiera la mano y dejaras que te hiciera la vida un poco más fácil, un poco más bonita.
Quizás se quedase en una grieta en la que ver como sufrías en silencio, que con el tiempo daría lo mismo que estuviera allí, o que al final se terminase tapando con el paso de los años. O simplemente, se tratase de una grieta tan pequeña que tu ni si quiera llegases a percibir.
Una grieta en la pared para la esperanza de tu vuelta, una grieta en mi corazón que hacía que todo aquello doliese más de lo que me merecía.
Más de lo que decía que dolía.
Finalmente me aleje de ti, con ese muro entre nosotros dos, con una fisura en él, con una rotura en mí, con el velo puesto para sufrir el duelo en silencio.
Para llorar y sentir callada, para gritar encerrada, para sanar algo que no volvería a estar igual.
Porque, ¿para qué quiero que me quieras, si no me dejas quererte?
Porque tú no querías nada y yo lo quería todo contigo.
Me gustaría volver a revivir todo lo que una vez soñé contigo, aunque nunca se trataron de sueños, si no de una realidad muy corta.
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Querida yo; Cuatro citas, cuatro cartas
Roman d'amourOs relato en estas 20 páginas lo que fue para mi enamorarme, es una historia propia y real, todo lo relatado está escrito por mi, solo os deseo una buena lectura y que disfrutéis como yo lo hice viviéndolo y como m destrozo escribirlo.