|Capítulo 2 | Verdades.

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Draco estaba consciente que lo que se hacía a si mismo estaba mal. Pero para ser bello hay que sufrir, o eso era lo que escuchaba desde que era pequeño. Su madre lo había repetido muchas veces desde que su padre se había marchado de casa. Claro que cuando era menor se preguntaba a que se refería, pero ahora estaba consciente de todo aquello.

Su primera relación fue con un chico de Ravenclaw, mucho mayor que él. Cuando Draco cruzaba el tercer año, tuvo un pequeño romance con un chico de quinto año, en ese momento creía que estaba bien pero ahora todo ello estaba en su mente. Las cosas que pasaron con él hasta ahora sabían que estuvieran mal.

Para poder seguir con él debía mantenerse delgado. Draco era muy fan de la comida, amaba sobre todo las tartas, pero cuando empezó a salir con él dejo de hacerlo. No podía ver la comida sin sentir la necesidad de vomitar. Pero no le importaba matarse de hambre, si eso hacia que él no le dejara, todo estaría bien, solo tenía que mantener su cuerpo delgado y asegurarse que su piel luciera reluciente para él.

Los secretos, sus secretos eran importantes para él. A veces el chico hacia cosas que no debía, pero eso debía de ser un secreto, Draco no debía decir nada. No tenía que hablar sobre cómo metía la mano en su entrepierna y lo tocaba, tampoco de las veces que se desnudaba para él. Ese era su deber. Complacerlo.

Todo el tiempo creía que era Harry. Que aquel Ravenclaw era el león más preciado de Gryffindor. Él era un dios para él. Haría lo que fuera por él, moriría por él. Pensaba que si lograba complacerlo, podría hacer lo mismo con Harry.

Todas sus fantasías cayeron cuando aquel chico le dejó. Se arrodilló, lloró y gritó, al igual que hizo su madre pero no logró que se quedara con él. El único que podría mostrarle que tenía posibilidades con Harry se había ido, aquel por el que estaba viviendo. Quería que usará su cuerpo, que lo arrastrará, pero que no le dejara.

Podía ver aún todo lo que hizo por ese chico. Hizo lo mejor que pudo, usó los consejos de su madre, pero lo termino dejando. Como su padre le había hecho a su madre. No quería que eso le pasara con Harry, por eso se esmeraba tanto. Mantenía su cuerpo delgado y que de alguna forma luciera deseable siempre, para que lo le abandonara y le dejara solo. Odiaba la soledad, lo necesitaba a su lado.

Soñaba con aquellos ojos esmeraldas, que penetraban hasta su alma. Estaba hecho por un dios. Sus hermosos cabellos negros que caían sobre su rostro perfecto. En sus ojos veía un cielo estrellado, lo hacía existir. Era extraño. Pero lo hacía sentir completamente vivo, lleno de adrenalina.

Lo besaba en su imaginación. Lo tocaba con calidez. Viajaba a través de sus sueños. Pronunciaba su nombre, deseando que todo se hiciera realidad, en poder tenerlo a su lado.

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Draco

Juntaba ambas manos para dejar caer el agua y poder mojar su rostro. Se miraba al espejo. No creía ser hermoso, pero quería verse perfecto para Harry con el que compartiría clase ese día.

Tomó un poco del maquillaje que le había tomado a su madre para tapar sus pequeñas imperfecciones. Usaba brillo labial para que sus labios lucieran más rosas de lo normal y un poco de rubor, porque a nadie le gustan los pálidos.

Estaba ansioso, quería que Harry lo viera, que viera lo que hacía por él, por su amor.

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Harry podía admirar por horas la belleza de Draco. El chico se veía triste y decaído, el quería saber más, poder ayudarle, pero sabía que sería rechazado, hace un tiempo que los amigos de Draco lo veían con una mirada matadora. No podía acercarse a él, no podía hacer nada, pero sabía que ante todo estaría dispuesto a arriesgarse.

Al final de la clase de herbologia la profesora Sprout les pidió a ambos quedarse para estudiar unos apuntes que ella misma les dejo específicamente, ya que se habían mostrado poco interesados durante la clase.

Hacían las actividades rápidamente, viéndose de reojo pero sin soltar una palabra, pero esta vez Harry tomaría la iniciativa.

- ¿Me odias?.- preguntó volteando a ver al rubio.

- ¿Qué?.- volvía su mirada al pelinegro.

- Lo que dije, ¿me odias?.-

- Claro que no, Potter.- suspiraba volviendo la mirada a su trabajo.- nunca te odie.

- Entonces, ¿me amas?.- Deseaba que respondiera que si.

- Basta de tonterías, debemos de trabajar.- Sus mejillas se sonrojaban y su voz se quebraba, creyendo que en cualquier momento lloraría.

- No son tonterías, por favor dímelo.- La voz de Harry era quebradiza.

Su alma gritaba por ser liberada, era esclavo de las pasiones del amor que le profesaba. Quería vencer sus miedos, poder correr y abrazarlo, caer ante sus cálidos brazos, todo aquello lo enloquecía. No había ningún segundo que no dejara de pensar en las sensaciones que Harry le hacía sentir, el mundo sin él era diferente, solo quería seguir escuchando su melodiosa voz. Nada lo consolaba, solo la promesa de poder ver a Harry de nuevo.

"Eres parte de mi" pensó.

Harry se acercó hasta Draco y lo acorralo entre la mesa.

- Te lo suplico, calma mis inquietudes. Te quiero, Draco y quiero ser parte de ti, estar en tus sueños.-

- Vives en mi corazón, eres la emoción que agita mi cuerpo y siembra la promesa de un nuevo destino a tu lado. Siempre estas en mis sueños, deseaba que se hicieran real, y ahora veo la posibilidad que estés en mí.-

- Entonces supongo que es un si.- No tardó más y lo enrollo en sus brazos, sintiendo la calidez de sus cuerpos.

Y por primera vez, Draco sintió que alguien le amaba con sinceridad, pues esperaba que su corazón no se equivocara o enloqueceria si lo perdía. Sin su amor no sería nada, quería que el tiempo se detuviera, que pudiera estar a su lado cada segundo pues él era la luz que alumbraba su corazón, deseaba que nunca se fuera de su lado.





Espero que les gusteee.

Algo más complicado que odio [Harco] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora