11:Chaelisa

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3ra parte: Tu mirada en mí

–¡Ánimos cariño!-trató de alentarme sobándome los brazos desde atrás mientras yo intentaba calmar los temblores de mi pierna–Te irá muy bien en la universidad-murmuró al mismo tiempo que me rodeaba con sus brazos y dejaba un beso en mi mejilla.

–No lo sé mamá, llevo meses sin tener contacto con tantas personas-un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, tengo tanto miedo de fallar otra vez, de tener una crisis frente a todos y desechar el trabajo de todo un año–no creo poder hacerlo-negué con las lágrimas al borde de los ojos; no estoy lista como creí, realmente no sé si algún día lo volveré a estar.

–Lisa deja el pesimismo a un lado al menos por esta vez-papá se unió a nosotras trayendo mi mochila con el almuerzo dentro–la doctora dijo que ya estás lista para continuar con tu vida con normalidad-recordó alizándome el flequillo, le sonreí sin dientes y las primeras lágrimas se deslizaron por mi rostro–Verás que todo irá bien-me besó la frente y se unió al abrazo familiar. Ellos son los que más han sufrido con mi situación, han pasado por demasiado dolor por mi causa, merecen al menos que lo intente.

Solo fue necesario decir que lo intentaría una vez y ya estaba subida en el vehículo, recorriendo las calles con el límite de velocidad máxima permitida y estacionada frente a la institución educativa con mis padres despidiéndose con la mano antes de irse con la misma velocidad que me trajeron.

Tomé una gran bocanada de aire dándole la espalda a la calle, ya no podría huir. La enorme escalinata se irguió frente a mí haciéndome sentir más pequeña de lo que soy. Sentía los ojos de todos a mi alrededor juzgándome, pesando sobre mi cabeza como una tonelada de plomo. Respiré varias veces llenando mis pulmones y contando hasta diez, necesito toda la valentía que alguna vez poseí. Comencé a subir la escalera de forma lenta y pausada, con un peso extra sobre mis hombros a cada paso.

Una vez logré llegar a la entrada me resultó aún más difícil cruzar las gigantescas puertas, sin embargo lo hice, ocasionando que crujieran al moverlas. El terror me invadió al verme rodeada de todas esas personas, por un momento me quedé congelada en el lugar y luego como una cobarde corrí. Corrí tan rápido como mis temblorosas piernas me permitieron, la mirada persistente de los presentes provocó que hiperventilara y que las lágrimas fueran lo suficientemente gruesas para nublar mi visión. Traté de limpiarlas, mas seguían brotando de forma violenta; provocando que chocara con una pared humana y varios documentos volaran por los aires antes de golpear mi trasero en el suelo.

–¡Perdón, perdón!-pedí desesperada secándome el rostro con el dorso de la mano. Me siento como una estúpida, no bastaba con la escena desagradable que hice nada más entrar, también tenía que causarle daños físicos a otra persona.

–Vamos, ¿ahora me invitarás a salir en forma de disculpas, terminaremos enamorándonos perdidamente de la otra y seremos felices para siempre?-se burló la chica pelinaranja frente a mí; sonreí genuinamente por primera vez en mucho tiempo ayudándola a recoger sus papeles olvidando por completo la razón por la que habíamos chocado en primer lugar–Gracias-me dedicó una sonrisa ladina apretando las cosas sobre su pecho–Hasta la próxima colisión-se despidió dejándome sola en medio del pasillo, respiré profundo y saqué el horario que me habían mandado por correo, aún tengo una oportunidad de arreglar todo este desastre.

Para mí sorpresa logré pasar las primeras clases sin ningún percance más, encontré un lugar solitario en el campus y pude comer mi almuerzo con tranquilidad. Un post-it con la impecable letra de mis padres con la frase «Lo estás haciendo bien, estamos muy orgullosos de ti» estaba pegada sobre la ensalada de frutas. Es asombroso como ellos confían más en mí de lo que yo misma lo hago. La media hora restante resolví las tareas que habían dejado en la sesión mañana en lo que sonaba la campana.

Regresé al área docente con unos minutos de antelación creyendo que sería la primera en el salón, no tengo ganas de interactuar con otro ser humano o pelear por un asiento o lo que sea que hacen los universitarios, solo quiero pasar desapercibida los próximos cinco años y graduarme, sin embargo un cuerpo erguido en mi camino me hizo caer de nueva cuenta golpeándome más fuerte que antes, creo que se está haciendo costumbre.

–¡Mierda!-exclamó sobándose la cabeza, se había golpeado con el borde de una de las mesas cuando cayó; al levantar la vista creo que me reconoció, pues un brillo de diversión adornó sus orbes marrones–No pensé que sería tan literal la despedida de antes-rió poniéndose de pie y extendiendo su mano en mi dirección, la tomé y me levanté también dándole las gracias–Lo más sano para ambas será presentarnos de una vez, o terminarás matándome en un accidente-sugirió con expresión seria, aunque sus ojos son lo suficientemente transparentes como para saber qué solo bromeaba–Soy Roseanne Park, pero prefiero que me llamen Rosé, es menos formal-me ofreció su mano de forma cortés, se la estreché sintiendo una corriente eléctrica atravesarme y golpear en lo más profundo de mi ser.

–Lalisa Manoban, llámame Lisa-le sonreí de vuelta sin apartar la vista de su rostro sereno.

Por primera vez en mucho tiempo me sentí en paz con alguien que no fuera de mi familia; con la sensación de que no tengo que ocultar quien soy por mi propia seguridad; por primera vez desde lo que ocurrió no tuve miedo de que alguien me lastimara, ni tuve un ataque de pánico, al contrario, me sacó de uno; no tuve miedo a compartir más de dos palabras con una persona, porque su mirada me decía que no sería capaz de hacerlo, que no rompería mi corazón.

Lo aprendí de ti (Jenlisa-Chaesoo-Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora