Osamu Dazai era el último de once hermanos.
Si se lo preguntaban, le venía bien: tenía la fortuna de nacer en una familia acomodada, pero sin la presión de tomar algún cargo cuando sus padres envejezcan. Después de todo, todavía había diez personas por encima de él.
Dazai siempre había sido un Alfa taciturno, algo sarcástico con sus congéneres y muchos empleados de la familia lo denominarían como el bromista de la casa, lo cual era lejos de ser verdad. Los pocos que lo conocían sin aquella máscara que insistía en usar, lo describían como un hombre algo depresivo, melancólico y de mente muy inquieta.
Solo tontos podían soñar con adivinar las maquinaciones de las que su cerebro se servía cada mañana. Por supuesto, nadie tenía que saberlo. Dazai no ambicionaba a nada más que vivir una vida tranquila, escondido como una rata en la gran biblioteca, esclavo de sus pequeños paseos nocturnos al parque cerca de la mansión.
Eso era todo.
Al menos así fue por un tiempo.
Cuando conoció Oda las cosas cambiaron un poco. La vida siguió siendo gris, pero al menos no todo era malo. Odasaku era un alfa como él, por lo tanto, no fue difícil entender porque terminó abriéndose y encontrando comprensión mutua. No pasó mucho cuando comenzaron a frecuentar el bar Lupin, donde ante todo pronóstico comenzaron a reunirse con Ango, un Omega con un rango importante en su familia.
Lo que lo devuelve al tema de su queridísima familia.
La empresa Fukuzawa era la más exitosa y estable del mercado. Por años, se mantuvieron en el negocio de ropa de alta costura, lo que hizo que la atención recayera en ellos desde su apertura.
Habían pasado más de veinte años de aquello, y ahora tenían un consorcio, en donde el ejecutivo principal era nada más que su padre Omega, Fukuzawa Yukichi, en ayuda de su fiel abogada, Kouyou Ozaki.
O debería decir, perro guardián.
Podían engañar a todos, pero no a Dazai. Lo había visto a través de los años, en las imprudencias de sus hermanos mayores, que Ozaki más que ser un simple abogado de la familia, era un arma, un limpiador.
Que, por cierto, Kouyou recientemente había aceptado un aprendiz. La primera vez que Dazai lo vio, supo de inmediato que era el usuario de habilidades más fuerte que había visto. Tenía tenacidad, inteligencia y agilidad. Se decía que era difícil dominar tu habilidad a tan corta edad, pero Chuuya Nakahara no era el promedio.
Estaba dispuesto a apostar que había nacido para ser el más fuerte. Dominaba su poder, así como respiraba. No era difícil para él, y la gente a su alrededor empezó a notarlo. Dazai lo notó.
El problema es que era un Omega y Dazai no quería involucrarse con uno, no importaba la relación que fuera. Solo exceptuaba en esto a Ango, porque era pareja de Oda, pero en general, un omega nunca entendería lo que es someter tus instintos solo por el bien de otro. Dazai quería resguardar la poca independencia que tenía, y solo miraría de lejos sus habilidades, como antes lo había hecho, con una visión meramente intelectual... ¿cierto?
De todas formas, Kouyou lo entrenó bien, al punto que era imposible diferenciar quién entre ellos era el maestro. Por alguna razón, eso le hacía sentir orgulloso.
Sin embargo, solo existía un destino para Nakahara. Estaba seguro que el perro guardián estaba intentando transferirle su legado y no fue inútil. Sus malditos hermanos estarían a salvo por las siguientes décadas incluso si Ozaki perdía prestigio, lo cual era imposible.
Kouyou Ozaki era el recurso humano más importante de la empresa. Era de esperar que teniendo la familia que tenía, los vínculos emocionales fueran relegados y el dinero importara más. Ella estaba encargada de que aquello perdurara.
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We were too close to the stars [Soukoku]
RomanceEn un mundo dónde la jerarquía comienza desde el más débil. Los Omegas tienen una sobrepoblación que a lo largo de los años, los volvió la raza predominante. Debido a ello, se han tenido que tomar medidas con respecto a la fuerza y a la voz de los A...