𝐑𝐄𝐃 𝐒𝐍𝐀𝐊𝐄 | ＂A los hombres les aterra que una mujer pueda lograr lo mismo que ellos, porque una mujer que tiene la mitad de oportunidades demuestra tener el doble de talento.＂
En el mundo del automovilismo gobiernan solo dos cosas...
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Capítulo 02: PRE-TEMPORADA
1
La madre de Lara Jean, Debora Spelling, era una estrella del cine americano que posó desnuda para la revista Playboy antes de protagonizar una serie de películas en los noventa sobre un espía rusa de pelo anaranjado llamada la Serpiente Roja. Su padre, Johnny Maverick, era el vocalista de la banda de rock inglesa Antichrist. Se conocieron cuando le pidieron que compusiera el soundtrack de la nueva película de Debora, Starship Barbara, en 1995, y se casaron tres años después en Manchester, Inglaterra. Lara Jean nacería exactamente en el nuevo siglo un 21 de marzo.
Después de eso, todo se volvía algo borroso en su mente ―aunque no lo recordaba porque era demasiado pequeña. Sus padres se habían divorciado tres veces y casado cuatro, la última vez en 2010. En todas las rupturas, Debora siempre tenía la custodia legal, porque en el Año Internacional del Agua Dulce, Johnny May había descargado su cerveza contra la pared y la botella de cristal había estallado en cientos de pedacitos, dos de los cuales se habían incrustado en la mejilla y hombro de Lara Jean, que tenía tres años.
El sistema había declarado a Johnny Maverick incapaz de cuidar a un menor.
2
❪ viernes 1 ❫ ＡＢＲＩＬ， ２０１６
ＴＥＭＰＥＲＡＴＵＲＡ， １５°Ｃ
Circuito de Silverstone, Inglaterra
La primera vez que un hombre le dio un apretón en el culo a Lara Jean, ella tenía ocho años. Su nombre era Fritz Wagner y era el baterista de la banda de rock británica de su padre. Lo poco que recordaba de él eran sus manos encallecidas, los tatuajes en sus brazos y la extrañeza de la situación. Fritz había continuado masajeándole los muslos durante un par de meses hasta que finalmente la banda se fue de gira por Europa. La segunda vez que estuvo en una situación parecida, fue con un actor de cine que trabajaba junto a su madre. La tercera vez, un vecino de su casa en Mánchester.
Con dieciséis años, Lara Jean ya había dejado de contar las veces que un lunático le apretaba o le golpeaba el culo ―los muchachos de la escuela, aquel actor que trabajó con su madre en una película romántica, el chico del concierto, ese bartender del club, el entrenador personal que le habían contratado sus padres, el jefe de seguridad que la revisaba antes de entrar en un circuito...
Lara Jean soltó un suspiro, como una adolescente enamorada.
Pero los circuitos. No existía cosa igual. No importaba que ese jefe de seguridad le hubiera tocado los bolsillos traseros de su pantalón más de la cuenta. Los circuitos la transportaban lejos. Podía contar con una medalla al final del día y una palmada de felicitación en la espalda en lugar del culo. El circuito en el que competiría hoy era su favorito ―aunque sólo porque era su carrera de casa: Silverstone, Inglaterra. Había doce escuderías, treinta y cinco monoplazas y un anuncio gigante que colgaba sobre los boxes: «Campeonato Europeo de Fórmula 3». Lara Jean estaba apoyada en la malla de contención que dividía la pista del pit lane¹, apartada del bullicio, de las pollas duras de adultos que se presionaban contra su espalda baja y de las manos ajenas que subían demasiado por su entrepierna.
