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		Salí de la tienda de acampada a la par que aparecían los primeros rayos de sol, era un espectáculo que admiré durante unos segundos antes de intentar arreglar todo lo que podía estando yo solo

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Salí de la tienda de acampada a la par que aparecían los primeros rayos de sol, era un espectáculo que admiré durante unos segundos antes de intentar arreglar todo lo que podía estando yo solo. Como narré anteriormente no había conseguido pegar ojo más allá de una hora en toda la noche, por lo que estaba ansioso por el amanecer, por hacer algo, por más insignificante que fuera. Tan solo quería apartar mi mente de aquella incógnita que me torturaba segundo tras segundo, mas no lo conseguía.
Segundo tras segundo en mis pensamientos, por más aleatorios o alejados que estuvieran del tema, aparecía esa pregunta, ni siquiera podía concentrarme en lo que hacía.
Había tomado una de las ramas grandes que habíamos usado para la fogata, intentando satisfacer a ese pequeño deseo infantil mío de ocultar el hecho de que el lugar había sido utilizado para acampar en él. El material era pesado, y mi ensimismamiento provocó que no me fijara en el camino, provocando mi caída y, por ende, la de la madera quemada.

― ¡Rayos! ―expresé, enojado conmigo mismo.

― Presta más atención, Blake ―Escuché.

Me volteé alerta, era consciente de que los demás seguían dormidos, por lo que me sorprendí al ver de quién se trataba.

― Tranquilo, no soy un asesino serial ―dijo Sam, con un tono burlón. ― Cállate ―espeté irritado―. No me digas Blake.

Aquella petición había salido de mí de forma involuntaria, estaba enojado conmigo mismo, con mis padres y el mundo, lo que menos quería era que mi nombre me recordara al hombre del que venía.

«¿Por qué mi madre no solo me cambió el apellido al alejarnos de él?» pensé.

A la par que esto pasaba por mi mente intentaba sostener de nuevo la gran rama, fallando en el proceso, era como si pensar en todo aquello me sacara fuerzas, lo que me molestaba aún más.

― Déjame ayudarte con eso ―habló mientras conmigo alzaba la rama―. Yo te sigo.

Nos dirigí a un espacio lleno de árboles, en el extremo del claro que habíamos tomado. El espacio contiguo estaba lleno de maleza alta, plantas y sombras, así como de hojas y palos caídos de estas; con un gesto le indiqué a Sam que quería arrojar la madera quemada en ese lugar, a lo que él asintió, tirándolo conmigo por allí.
Tras todo el problema por el que tuve que pasar por esto, mis ganas de arrojar las demás ramas al mismo sitio se desvanecieron, cayendo de nuevo en las redes de mis pensamientos. Quería gritar, ¿cómo podía alguien escapar de su mente?
Mi rostro quizás haya mostrado una pequeña parte de lo que sentía en aquel momento, pues algo preocupado Sam me volvió a hablar.
― Oye, Will ―llamó, queriendo mantener la apariencia despreocupada―. ¿Por qué no llamarte Blake? Es tu apellido de todas formas.

Aquello, más que calmarme, solo me produjo un malestar peor, que por suerte supe ocultarle a mi amigo; ese apellido se había vuelto algo... malo para mí, no podía decir que lo odiaba, pero ya no me gustaba, ni sentía que podía usarlo como antes.
Mi silencio provocó que Sam intentara adivinar lo que me ocurría, lo que, afortunadamente, había ocurrido para mi favor.

𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐍𝐨 𝐡𝐚𝐲 𝐁𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐢𝐧 𝐌𝐚𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora