𝕀𝕍

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Luego de aquello las semanas pasaron normalmente, cuando nos pudimos reunir de nuevo Sam no dudó en decirles tanto a Frank como a Stephen la información recolectada, hubo un gran lío con todo eso.

Los dos chicos reclamaron a sus padres, se pelearon, varios problemas que predije ocurrirían. Además, pasó como dije, nadie pudo hacer nada, ni los afectados, ni nosotros, era un caso perdido. Debido a ello decidimos pasar los siguientes meses de la mejor manera posible en grupo, disfrutando de la compañía que ofrecían los otros. Aquellos meses fueron los más tranquilos de mi vida.

A pesar de disfrutar ese lapso de tiempo, eso no nos exentaba de tener problemas o enfrentarnos a consecuencias de acciones pasadas. La familia de Henry no pudo reunir la cantidad de dinero necesario a tiempo, el chico tuvo que vender su bicicleta, una de las posesiones más preciadas que tenía, con tal de que no llevaran el caso a los tribunales. La relación de Patrick con su madre no mejoró, la de Stephen y Frank prácticamente se quebró, Sam parecía pasarla cada vez peor económicamente, pues cada día parecía estar más delgado, y John, bueno, él era alguien que nunca dejaba aparentar que algo andaba mal, pero yo podía sentir que había más detrás de aquella fachada.

En mi caso, nada realmente nuevo ocurrió, los mismos inconvenientes de siempre, la misma falta de dinero. Me había enterado que hacía tiempo que mi padre ya no nos enviaba nada, esto lo supe a expensas de mi madre, y a ella, claro, le aterrorizaba demasiado siquiera mencionarlo como para ir a exigirle que pagase la manutención.

Y repentinamente terminaron las vacaciones, empezaríamos la escuela de nuevo, y, claro, Frank se iría.

El día de su partida todos fuimos a la estación de tren, incluso si sus padres nos mirasen mal, cada uno fue a despedirse, a desearle le mejor, algunos le dieron algún que otro regalo. Al decirle adiós seguro habré sonado frío, debo admitir que en realidad estaba triste, pero las emociones nunca fueron lo mío. Por último, Sam lo abrazó, más fuerte que nadie me atrevo a decir, y ya con eso partió.

Cada uno volvió a su casa con un aura nostálgica y triste. Sam y yo tomábamos el mismo camino, por lo que estuvimos juntos un tramo de éste, ahí vi algo que me sorprendió, observé al chico que siempre sonreía, el audaz y el enérgico amigo mío llorar, primero tan solo algunas lágrimas resbalaban por su rostro, para luego iniciar con un sollozo que él quería detener. Se cubría la cara, avergonzado de estar así frente a mí, mas era incapaz de parar.

Yo no era ajeno al llanto, es más, muchas veces había sido testigo de su presencia, el sollozo no era algo que me extrañase, sino el hecho de que su víctima era Sam esta vez fue lo que me sorprendió.

𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐍𝐨 𝐡𝐚𝐲 𝐁𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐢𝐧 𝐌𝐚𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora