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Felix no salía de su habitación sin pasarse al menos un supresor por la garganta. Lo cumplía minuciosamente, preocupado sobre lo que podría hacer Hyunjin si descubriera su secreto.

El omega no era una persona conflictiva o malhumorada. De hecho, pocas veces lo había visto teniendo un mal momento. La mayoría del tiempo sonreía o tarareaba una canción dulcemente, acariciando los sentidos de Felix con su hermosa voz. Otros días, en cambio, se mantendría callado y haciendo pucheros cuando se sentía preocupado. Cuando se enojaba, atacaba el problema.

Y Felix no sabía si quería ser atacado por él.

Hyunjin se había concentrado en sus estudios y prácticas para recuperar el tiempo que perdió durante su época de celo. En aquellos días, el falso beta notaba el vacío que la aparente ausencia del omega dejaba en el apartamento. Comenzó a extrañar su voz cantando las baladas de su teléfono mientras se turnaban en limpiar.

Felix se encontró a sí mismo sonriendo al recordar al menor mover sus caderas en un baile eufórico cuando una canción movida era reproducida. O la manera en que el menor sabía prepararle un delicioso café por las mañanas.

La puerta cerrada de la habitación del pelinegro comenzaba a impacientar a Felix. Comprendía que necesitaba terminar con todos sus deberes universitarios, pero, ¿No podía salir un rato para almorzar juntos?

Quizá el celo le estaba entorpeciendo el juicio cuando posó sus dedos sobre la suave madera de color blanco. Pensó en girar el picaporte, ¿Pero cómo podía excusar su intromisión?

«Sólo quería verte», él definitivamente no iba a decir eso. Más allá del rechazo, temía de su propia sinceridad.

Su tacto se apartó de la solitaria superficie como si ardiese. Sus manos restregaron el cabello oscuro y ondulado descuidadamente, intentando de esa forma sacudir los pensamientos de su cabeza.

Quizás debería pintar algo.

Tomó sus folios, las pinturas y todas sus herramientas para derrochar su creatividad en el lienzo. La página se hallaba en blanco, al igual que su mente, y se mantuvo al margen del mundo por unos minutos. Se dió cuenta demasiado tarde de que, en realidad, no tenía una imagen que retratar.

Quiso imaginar hermosos paisajes, ver fotos de personas en su teléfono e, incluso, consideró dibujarse a sí mismo.

Pero nada dió resultado. Felix comenzaba a molestarse consigo mismo, porque contrario al tranquilo y alegre Hyunjin, él solía ser un poco demasiado obstinado.

Decidiendo poner fin a su desastre mental, cerró los ojos y suspiró. Se imaginó un ventanal abierto, con las cortinas blancas meciéndose con el viento, la luz del atardecer colándose en la habitación.

Y Hyunjin sentado, siendo acariciado por los rayos del sol, bañando su cabello pelinegro de detalles dorados que sólo lo harían lucir más angelical. La piel, nívea y tersa, perdiéndose en una camiseta blanca. Pura, tal como su portador. Los ojos claros, dignos de un omega, acentuando la suavidad de su rostro y entregándole brillo a su mirada. Los labios rosados, lindos, acariciables...

Felix sintió moverse solo hacia el pincel. No había terminado de abrir los ojos cuando tomó las pinturas y se apresuró a plasmar la imagen mental en su obra.

Quería fotografiar su imaginación, dejarla grabada en un sitio apreciable y más nítido que su propia mente desastrosa.

Se concentró tanto en ella, que ni siquiera prestó atención cuando Hyunjin salió de su habitación, alegando que pediría algo de comida. No era consciente de lo que Felix se esmeraba en terminar, pero se dió cuenta de una cosa.

De la habitación contigua a la suya, se escapaba un sutil pero notable aroma a vinagre.

Vinegar Smell | |  LixjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora