Capítulo dos: ¿Hambre o malicia?

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Los Ozryds tuvieron que ocultarse, pues ya las bajas eran muchas más de lo que podrían soportar, al menos por este periodo de tiempo. Los pocos que quedaban con vida se escondieron en una oscura trinchera sin alumbre alguno... daba la impresión de que allí se quedarían por siempre, temerosos, sin saber si sus vidas continuarían o todos quedarían allí, muertos en una zanjam
Oían los pasos cada vez más cerca... cada minuto, cada segundo les hacía  desprender una helada gota de sudor por la frente, casi tan frivola como lo eran sus palpitaciones de terror.
Estuvieron mucho tiempo allí, más del que podían considerar... tal vez fueron horas o quizas días; el dolor, no necesariamente físico, no les dejaba calcular el tiempo que pasaban ocultos. De un momento a otro, las pisadas se oyeron más exasperadas, como al asecho, los corazones Ozryds latían con una velocidad incalculable, la sangre se les congelaba. Los igni horíes los hallaron. Corrieron hasta agotar cada milésima de energía que aún contenían en sus piernas, esto no podía continuar así, no podía morir más gente, sería imperdonable.
Todo tipo de aullido y chirrido se oyó... en breve, el silencio fué carcomiendo la cabeza de Bera y de todos aquellos que continuaban con vida, no quedaba casi ninguno... su pueblo había sido masacrado casi en su totalidad, sin una razón "justa".
La guerra siempre estuvo perdida, casi tan perdida como las vacías y tristes miradas de cada elfo que estuvo en batalla, que lo ha perdido todo. Los Ozryds lo sabían con seguridad, pero ¿No era importante cuidar lo que era suyo, lo que en algún momento les pertenecía?
Claramente todos estaban ciegos, ¿Cómo podían priorizar el territorio antes que a  la aldea?
Bera se preguntó y repregunto las mismas preguntas miles de veces, y las respuestas siempre eran las mismas. Un sucio pedazo de tierra, por mas santo que fuera, no valía la vida de su condenado pueblo, no valía la sangre derramada ni las posteriores almas enterradas.
Ella seguía pensando todo con seriedad, casi sin darle importancia al cansancio, la incomodidad y la angustia.
Mientras tanto, corrian y corrian, muchos contaban con la ayuda de corseles... aquellos que iban a pie, perdían toda esperanza de vida al momento de ver a Akros acercandose.
Los igni horíes robaron una gran parte de recursos de los ozryds, es decir, todos los alimentos, armamentos o cualquier cosa que pudiera ser útil que encontraron a su paso.
Bera vió como Akros aniquilaba a sus queridos, y se llenó con mucho mas reencor del que ya tenía. No podía creer la existencia de un ser tan repulsivo, lo que ella no sabia, o pretendía no saber era que de alguna u otra forma hacía exactamente lo mismo.
Una paloma, con una carta enlazada  entre sus garras llegó a Ozryn Erred centro, donde solo se encontraban las personas que no podían luchar; niños, ancianos, mujeres embarazadas, entre otros pocos favorecidos por la situación.
"Fueron días difíciles, solo quedamos unos pocos y está casi todo el territorio perdido. Realmente deseamos poder estar en casa junto a ustedes, pero no es posible.
Estamos considerando, seriamente, una tregua entre ambos pueblos, es la única forma de que sigamos existiendo.
Los ingi horíes se aproximan, escóndanse, no estamos totalmente seguros de que no lleguen al centro. Tengan mucho cuidado." Leían los sabios ancianos al resto. La pena se adueñó de sus corazones, las lágrimas de sus ojos.

-¿Por qué hay una guerra?- preguntaban los niños.

-Porque tienen hambre, y el territorio no les alcanzaba para todos los que son... su rey no es razonable como el nuestro.- explicaban los ancianos, disimulando el dolor que sentían por dentro.

Los guerreros seguían corriendo sin parar, esperando que alguna presencia, algún dios acudiera ante sus plegarias, pero parecia en vano. Bera los guiaba atraves del bosque, pretendiendo no estar asustada, ignorando todo sentimiento para no rebalsar de angustia. Pero en su mente y en su corazón sabía que nada de esto era justo para nadie. Mientras corría, derramando cada tanto un par de lágrimas, intentaba pedirle ayuda a alguna deidad que rondara por allí, pero era en vano, todos parecían estar lo suficientemente ocupados como para prestar atención a los más necesitados... Ella se prometió a si misma no olvidar esta traición jamás.
La princesa cayó al tropezarse con una piedra lo suficientemente grande como para derribarla, y Akros la alcanzó. Todos los guerreros se paralizaron y comenzaron a desesperarse más de lo que ya estaban.

-¡Corran! Déjenme atrás y sigan- Gritaba Bera, sin considerar si quiera escapar...

-No podemos dejarla-  Comentaban entre si sus guerreros.
Esto distrajo mucho a los Ozryds, cosa que provocó aún más bajas de las que ya habían.

-¡Váyanse!- Seguía gritando Bera, lo que era inútil, porque nadie obedecería a tal aberración, nadie sería capaz de abandonar a la heredera.

-Si vas a matarme, hazlo ahora, deja de alargarle el sufrimiento a mis guerreros-  Le exigió Bera al chico que tanto despreciaba.

-¿Quién dijo que quería matarte?- Respondío él, sonriendo de forma tan arrogante que daba náuseas.
Bera estaba esperando que la espada corte su cuello, pero ocurrió algo que nadie, ni siquiera el más iluso de los elfos pudiera imaginar..8. Akros le perdonó la vida.

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⏰ Última actualización: Jan 10 ⏰

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