Athena Kiselev: hermosa, rusa y, con un carácter tan firme como el acero. Hija de unos peligrosos mafiosos, su vida siempre ha estado rodeada de lujos, pero también de una sobreprotección que es casi asfixiante. Aunque adora a sus padres, desea romp...
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"Para la mayoría de nosotros la verdadera vida es la vida que no llevamos."
—Oscar Wilde.
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ATHENA
Me encargo de revisar que todo está como me gusta. Miro mi atuendo en el espejo y me gusta lo que veo. Desconecto mi móvil y salgo de la habitación en busca de los demás, que ya están abajo esperándome.
— ¿Es necesario que siempre tardes más de una hora organizándote, enana? — reprocha mi hermano, rodando sus ojos. Lo reparo de pies a cabeza, su cabello rebelde, pero dándole un toque sexy. Me mira con esos ojos azules, iguales a los de Ania y Alina.
—Porque yo si tengo algo para organizar, no como otros— le saco la lengua.
—Soy hermoso y eso lo sabes— imita mi acción.
—Bueno niños, ya. Todos son hermosos, divinos, preciosos. Sin peleas— se interpone mamá. Me mira con cariño mientras arregla unos mechones rebeldes de mi cabello.
Aunque mamá no nació aquí, es la clara definición de una muñeca rusa. Siempre con un porte de elegancia. Es de esas mujeres que las miras y te dan esos aires de misterio, de superioridad. Impone respeto, siempre destacando. Y, hoy no es la excepción, lleva un abrigo largo de cuero negro que resalta su figura, la falda corta y negra aporta autoridad a cómo va. Sus botas negras la hacen ver muchísimo más alta de lo que es y las joyas de oro le dan brillo.
—Listo mi vida, hermosa— sonríe mamá cuando mis mechones rubios están a su gusto.
Papá Alexander llega con Vladimir en brazos, quien al verme prácticamente salta de la emoción. Lo recibo llenándolo de besos y mimos. Mi hermanito es el único de los 5 que heredó los ojos verdes de mamá y el cabello negro azabache de alguno de mis padres.
Una vez en el auto el aburrimiento llega a mí, por lo que agradezco internamente cuando Kali me escribe, haciendo vibrar mi móvil. Por un momento tengo ganas de llorar cuando mi amiga me dice que cancelaron la fiesta, pero casi de inmediato me envía otro mensaje, diciendo que no dañaremos los planes y que a unos 40 minutos queda un club que se ve buenísimo según ella. La verdad no me niego ya que mi cuerpo me exige salir de las sombras de mi familia, así sea por una noche.
Hacemos una parada para llevar algo a la cena. Vladimir sigue muy cómodo en mis brazos, así que con cuidado me pongo mis audífonos y dejo sonar unas cuantas canciones de lana del rey. Cuando menos lo espero ya hemos llegado a la casa de la tía Laika y Akira. No es que sean mis tías de sangre, pero son buenas amigas de mamá y de padres, por lo que es como si lo fueran.
—Bonita, hola. Te ves genial— la primera a la que saluda la tía Laika cuando entramos es a mamá. Su amistad no tiene precio ni comparación.
—Tú luces esplendida— mamá corresponde su abrazo cariñosamente.
