–Reprobada.
No puede ser, otra vez.
–Me sorprende que exista algún alumno que pueda tener todas las respuestas incorrectas. Debería dejar de holgazanear y estudiar más señorita Black. –La mirada de desaprobación del profesor Brett era casi tan molesta como las risas de todo el salón.–Quizá si sus exámenes no consistieran en aprenderse tantas tonterías de memoria para después vomitarlas en una hoja de papel, aprenderíamos de verdad. –Sabía que iba a obtener un reporte disciplinario por esa respuesta, pero a estas alturas ya todo daba igual.
En un solo segundo, las risas de todos los estudiantes acallaron al unísono.
Si el señor Brett no fuera profesor y no tuviera a más de veinte testigos delante, estoy seguro que me hubiese abofeteado sin dudarlo.–La clase ha terminado. Señorita Black, voy a pedirle que me acompañe al despacho del rector.
Pues claro; hoy en día no se puede tener razón enfrente de un adulto porque lo ven como una falta de respeto hacia su irreprochable autoridad.Uno a uno, cada estudiante fue retirándose, excepto una. No tenía idea de quién era ni cómo se llamaba.
Se acercó al escritorio del señor Brett.–Honestamente, creo que las preguntas estuvieron bastante difíciles señor.
–¿Pero qué dice señorita Vause? Si fue usted la estudiante con la nota más destacable de la clase.
Ella volteó a verme con una sonrisa de extraña satisfacción; no tenía idea de qué estaba pasando.
–Aún así, no debería ser tan estricto con los que... –hizo una pausa antes de continuar, –...no son tan buenos aprendiendo cosas.
Nuevamente volteó a verme con esa sonrisa cuyo motivo no alcanzaba a entender.
El señor Brett solamente puso una mala cara.
La chica me guiñó el ojo, se dio media vuelta y salió del salón.
Sentía una extraña combinación entre atracción y confusión, pero no me duró mucho.
El señor Brett volvió a mirarme.–Vamos señorita Black. A la oficina del rector.
No se por qué pensé que podría haberme librado de esta tontería. Pero bueno, aquí vamos.Ambos entramos a la oficina del rector Kane.
La directora Taylor, que se encontraba ahí, nos miró a ambos arqueando una ceja. –¿Cuál es el problema profesor Brett?
Estaba a punto de responder, pero, obviamente, Brett se me adelantó.
–La actitud y el rendimiento de la señorita Black están empezando a resultarme bastante incontrolables directora. Creo que lo mejor sería que tomásemos una decisión al respecto. –Yo solo podía pensar en cómo Brett podía arrugar tanto la cara al enojarse.
–¿Por qué no me sorprende? –Está vez habló el rector Kane.
La directora me miró con un gesto que no logré descifrar por completo, pero oscilaba entre la intriga y la decepción.
–Ya veo. –Su voz era sorprendentemente aguda para ser una mujer de edad ya un poco avanzada. –Si me lo permite profesor, me gustaría hablar a solas con la señorita Black. –Segundos después de decir esto, volteó a ver también al rector Kane, insinuándole que se retirara también.
Kane y Brett cruzaron miradas de confusión y desaprobación.
–Pero... –Intentó decir Brett.
– Por favor. –Lo interrumpió la directora Taylor.
De mala gana, Brett y Kane salieron de la oficina uno detrás del otro.No estaba segura si decir algo en mi defensa era lo más óptimo o no, pero ya había metido la pata lo suficiente, así que decidí quedarme callada.
–Entonces, ¿qué fue lo qué pasó señorita Black?
No fui capaz de mirar directamente a la directora; no estoy segura si era por culpa o alguna otra razón que desconocía.
–No soy buena aprendiendo cosas de memoria, y menos cuando me tratan como a una inútil.
Se prolongó un silencio tan largo que, terminé levantando la mirada hacia Taylor, que también me estaba mirando, pensativa.
–Lo entiendo. Estoy de acuerdo en que el profesor Brett puede no ser el más, cordial de esta institución. –Estoy casi segura que una media sonrisa alcanzó a asomarse en su rostro. –Ya sé lo que vamos a hacer.
Estaba esperando alguna reprimenda o examen de repetición, pero me sorprendí cuando Taylor me dijo su solución final.–Necesita un tutor que le ayude a mejorar su desempeño señorita Black, y conozco al hombre perfecto. –Ahora si que esbozó una sonrisa.
Me quedé esperando a que Taylor continuara.
–Quiero que vaya al aula 402 en 15 minutos; ahí se encontrará con el tutor a cargo de su semestre. El señor Cybil.
No me moví, esperando que Taylor añadiera algo más o tuviera algo más que decirme.
–Bueno, le sugiero que vaya acercándose para allá; tengo muchas cosas que hacer. Nos veremos pronto para saber cómo le va. Hasta entonces, intente no meterse en problemas señorita Black.
Sin esperar respuesta alguna, Taylor se dio media vuelta y entró en una habitación contigua.Honestamente, no es que tuviera muchas cosas que hacer, así que me dirigí directamente al aula 402 para zafarme lo más pronto posible de cualquier cosa que tuviese que ver con aprender tonterías universitarias.
La universidad contaba con cuatro pisos en un edificio en forma de herradura, así que tuve que caminar hasta el extremo opuesto donde se encontraban las escaleras.
Una vez llegando a la cuarta planta, fui recorriendo las aulas una por una.
408, 407, 406...
Cuando llegué a la 402, me percaté de que era la única entre las demás que tenía una especie de tela oscura cubriéndola desde el otro lado, imposibilitando ver al interior.Empujé la puerta con la mano abierta, pero extrañamente pesaba más que las demás, así que utilicé mi otra mano para terminar de abrirla.
El aula era completamente diferente al resto, o al menos las de mi piso.
No había sillas ni escritorios, tampoco contaba con una pizarra ni bombillas. La única iluminación que recibía era de las dos pequeñas ventanas que se encontraban en los opuestos extremos de la pared lateral.
En la esquina del fondo, sobre una especie de tapete de meditación, se encontraba un hombre de tez oscura, cabello revuelto y con varias cicatrices en el rostro.
Tenía los ojos cerrados y estaba sentado con las piernas cruzadas entre sí.
Antes de que pudiera decir una sola palabra, aquel hombre abrió los ojos lentamente y me miró sin parpadear.–Señorita Black, adelante. La estaba esperando.
Decidí ignorar lo extrañamente tétrico e inexplicable que me resultó y me aproximé hacia él.
–¿Es usted el tutor de primer semestre, el señor Cybil? –La voz me temblaba y no sabía por qué.
–Sí. Siéntese.
Mientras intentaba descifrar dónde podía sentarme en un aula completamente vacía, Cybil prosiguió hablando, sin quitarme la mirada de encima.
–Le voy a hacer tres preguntas, y voy a precisar que me responda con toda la sinceridad posible; de lo contrario, no podré ayudarle.
Terminé de sentarme a unos cuantos metros de Cybil, pero antes de responder, me lanzó la primera pregunta como una granada a punto de explotar.
–¿Cuál cree usted que es su mayor debilidad?
La verdad es que me tomó un poco por sorpresa, así que me quedé pensando la pregunta antes de decir nada.
–Vamos señorita Black, no tenemos todo el día, ¿o si?
–Si le soy sincera, creo que lo que considero mi mayor problema o adversidad, sería mi incapacidad de conseguir las cosas en las que me esfuerzo. Siempre hay algo que sale mal.
Me quedé esperando que Cybil me dijera algo al respecto, pero no fue así.
–¿Cuál cree usted que es su mayor fortaleza?
–Bueno, soy bastante persistente, por eso me salen tantas cosas mal. –Solté una pequeña carcajada, pero Cybil ni si quiera se inmutó. –Pero si de intentar se trata, nunca me rindo.Otro silencio prolongado.
Algunas de las cicatrices del señor Cybil estaban cerca de los ojos, así que no podía descifrar con tanta facilidad las expresiones con las que me miraba.
–Por último señorita Black. ¿Está dispuesta a aprender?
De nuevo me sorprendió la pregunta.
–Pues, si. Por eso estoy aquí, ¿no?
El señor Cybil no respondió a mi pregunta.
–Muy bien señorita Black, en ese caso, la veré aquí mismo el día de mañana después de clases, a eso de las 6pm; así que espero que no tenga planes para la tarde.
Bueno, no los tenía, pero supongo que hubiera tenido que cancelarlos de ser así.
–Puede retirarse. –Esta vez me apartó la mirada antes de decirlo.
Me levanté y volví a jalar la puerta con ambas manos, saliendo del aula y dirigiéndome a la salida para irme por fin a mi casa.Alex
–Gracias por venir.
Santiago no respondió.
–Es una de nosotros, profesor Cybil. –Dije.
–Lo sé, señorita Vause.
–Pues a mi no me agrada. –Añadió Santiago por fin.
–Tendrá que acostumbrarse señor Kell. Usted y la señorita Vause tendrán que trabajar con ella.
–¿Ah si? ¿Cómo está tan seguro de que es ella? Apenas ha venido por primera vez.
–Venga ya San, dale una oportunidad, tenemos que confiar en el profesor.
Santiago me miró con completa desconfianza y desaprobación.
–Hazlo por mi, ¿si?
La cara se le suavizó un poco. Me acerqué, lo tomé por las mejillas y lo besé.
–El quebrantar las normas les va a conllevar consecuencias, y esta vez no estaré ahí para salvarlos. –Fue lo último que nos dijo el profesor Cybil, cruzando nuevamente las piernas y cerrando los ojos.
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Recordar o vivir
FantasyImagina poder modificar la realidad que te rodea, incluso crearla, a tu gusto. Aura Black está por descubrir que sabe más de lo que recuerda haber olvidado. Sin saberlo, encontrará a dos amigos y un guía que le enseñarán que sus propios recuerdos pu...