Introducción a los 11 pasos de la magia

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Todos en la estación se quedaron perplejos; como era de esperarse, la mayoría sacó su teléfono para llamar a emergencias o a la policía directamente.
Yo no me moví.
No porque estuviera en shock, sino por la extraña sensación en mi pecho, que antes era de dolor, pero ahora era una mezcla entre alivio y satisfacción.
A pesar de haber visto como le disparaban a un hombre en la cabeza a la distancia, eso no me causó ninguna conmoción.
Y no es que sea indiferente o cruel ante la desgracia.
Simplemente quizá todo pasó muy rápido, y haya sido suerte o haya sido otra cosa, no me sucedió a mi.

Apuré el paso hacia la universidad para no llegar tarde. A pesar de que tenía que recorrer un par de calles, iba con tiempo suficiente para mi primera clase.

Llegando al portón de la institución, el guardia de seguridad me saludó con un gesto, y mientras sacaba mi credencial para mostrársela, el rector Kane apareció frente a mi.
De la forma más seria posible y sin mirarme directamente, solamente dijo con una voz ronca:
-Black, el tutor Cybil quiere verte.
-Pero tengo clases y yo...
-En el aula 402. Ahora.

Miré al guardia de seguridad en busca de alguna explicación imposible, pero éste tenía toda su atención enfocada en una revista de autos deportivos.
Volví mi mirada al rector, que seguía sin verme.
Sin nada más que objetar, me encaminé directamente al aula para ver a Cybil y saber que quería decirme.

Cuando empujé la pesada puerta y logré entrar, antes de poder reaccionar ante cualquier cosa, Vause se lanzó hacia mi para rodearme con sus brazos.
Casi en un llanto, su voz era genuinamente de preocupación.
-Oh por Dios, ¿estás bien?
Los brazos de Vause alrededor de mi cuello apretaron un poco más, presionando su cuerpo muy cerca del mío, dejándome casi sin aliento.

-Yo, ¿si? Estoy bien. ¿A qué te refieres?

-Vause... -Esta vez era el señor Cybil quien habló.
-Lo lamento, es solo que, estaba preocupada. -Vause me soltó y en un tono apenado se hizo para atrás, agachando la cabeza un poco.
-Apenas la conoces. -Esta vez era un chico al que nunca había visto en mi vida. -Estás exagerando.
-Cállate Santiago, no tiene ni idea de lo que pasó.

Sin saber que demonios estaba pasando, lo único que aposté por hacer fue dirigirme al señor Cybil.

-Ehm, ¿quería verme profesor?

Tardó unos segundos en responder, pero al final lo hizo. -Siéntate. Quiero que nos cuentes como fue el incidente del autobús.

Mi alma dio un vuelco. ¿Cómo podía saberlo?

-Sé que tienes muchas preguntas, pero por ahora es preciso que nos cuentes exactamente qué ocurrió.

Esta vez definitivamente estaba en shock. Pero sin perder más tiempo, me senté en el suelo, al lado de Vause.
Entre cerré los ojos un poco, palpandome las sienes y masajeándolas un poco para intentar recordar.
Me aclaré la garganta y fui contando todo según recordaba.

El rostro de Vause estaba atónito escuchando cada detalle de mi narración, al igual que el del señor Cybil.
El chico al que no conocía, simplemente estaba recargado en sus brazos hacia atrás, con los ojos cerrados y como si nada le importase.

Una vez que terminé de contar lo que pasó, no me esperé a recibir respuesta.
-¿Cómo sabe usted y ellos lo que me pasó?
Nadie respondió.
Aquel chico misterioso esbozó una sonrisa burlona.
El profesor Cybil seguía viéndome fijamente, concentrado en sus pensamientos.

-Es hora. -Añadió finalmente Cybil.
Apenas el profesor pronunció esas palabras, el rostro de Vause se iluminó como por arte de magia.
Mientras que la cara de aquel chico sin nombre era de fastidio y decepción.

Recordar o vivir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora