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Ten estaba molesto, con las mejillas rojas por la ira y algo de vergüenza. Estaban los dos, Johnny y Ten, en el camerino del bailarín por el tema del vestuario. Curiosamente, a pesar de ser el joven un bailarín cuyas prendas eran muy sencillas y transparentes, al joven le daba gran pena desvestirse frente al menor de los Jung. Los ojos de Johnny centellaban con un brillo lujurioso mientras sin pudor recorrían las curvas del muchacho.

—Hace frío —le comentó con burla, como si con ello fuese a hacer que Ten se cambiase frente a sus ojos.

—¿Podrías salir para poder vestirme? — cuestionó con mucha pena desviando la mirada a su armario.

—¿Es eso estrictamente necesario?

—Sí —respondió alejándose del policía dirigiéndose a su armario para tomar su jean negro, su suéter rosa palo y unos tenis.

—Sabes que quiero verte desnudo –le susurró Johnny al oído tras cercarse rápidamente. Las manos del mayor bajaron por los hombros de Ten hasta su cintura, todo por encima del saco de Johnny que aún llevaba puesto — y sé que deseas que recorra tu cuerpo con mi boca.

—Eso n-no...

—Si no es cierto, ¿por qué tiembla tu cuerpo cuando te acaricio?

Johnny tomó el saco, se lo quitó a Ten y por breves segundos deleitó su vista con el deslumbrante cuerpo ajeno. Al muchacho le sorprendió pero se negó a darle la cara pues, aparte de estar sumamente avergonzado, no podía permitir enseñarle tan íntima parte. El jefe de policía lamió sus labios y sus colmillos crecieron involuntariamente ante la imagen más pecaminosa que en sus siglos vivos hubo visto, el trasero redondo y apetitoso de Ten.

—Vete, te lo pido.

El joven bailarín soltó el aliento contenido cuando escuchó unos pasos encaminarse a la puerta y posteriormente esta ser abierta y cerrada. Su cuerpo se calentó ante la idea de que le era atractivo a Johnny, aunque se decía a sí mismo que no era bueno ilusionarse con él puesto que, si bien no tenía una reputación tan manchada como la de otros muchos hombres, su cuerpo era el objeto de deseo de Johnny mas no él como persona.

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El burdel se veía muy diferente en el día de lo que era en la noche, las luces llamativas pero elegantes eran ahora reemplazadas por luz blanca y mucho menos ajetreado. Taeyong se quitó las gafas de sol que siempre usaba para que la luz del sol no lo lastimase. De forma interesante, los vampiros hubieron evolucionado igual que la propia tierra, adaptarse era la mejor forma de sobrevivir, más aún cuando los vampiros se hubieron reducido en número considerable después de la última purga hace más de dos siglos. La piel de Taeyong aún era muy sensible al sol pero usualmente sólo se tornaba ligeramente roja, mientras que sus ojos miel dolían si el sol le daba en gran magnitud.

Llegó hasta el escenario, allí vio telas rojas, negras y blancas que colgaban desde el techo, al verlas se le antojó practicar danza aérea. Esa podría ser una buena demostración de sus habilidades.

—Si vas a estar parado ahí todo el día y no vas a bailar, bien puedes irte.

La voz profunda del vampiro dueño del burdel sorprendió a Taeyong, y al girarse al lado derecho de donde provenía la voz se encontró con la figura imponente de Yuta, tan elegante y serio como siempre.

—He de advertirte que no le ruego a nadie y menos a un niño como tú.

—Tengo veinte años, no soy un niño.

—Yo he vivido más de dos siglos , por lo que para mi sigues siendo un niño.

Taeyong frunció los labios al ser llamado niño nuevamente, siempre creyó que tal discriminación entre vampiros era ridícula pero Yuta parecía ser un vampiro viejo con las costumbres de los siglos pasados muy arraigadas. Se dijo a sí mismo que no tenía objeto alguno decirle que si bien tenía veinte años humanos, en realidad hubo vivido un siglo completo porque eso acarrearía dudas sobre su universidad y explicarle a un prepotente desconocido su vida.

BURDEL VAMPIRO ✩Yutae✩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora