I

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Min Yoongi, un hombre de cabellos platinados, piel blanquecina, mirada gatuna. Serio, reservado y dormilón. El contacto físico es algo que no le atrae mucho, o eso dice hasta que sus manos pican por atrapar a cierto chico que le roba el sueño. Y literal le roba el sueño.

Min es el dueño de un restaurante en el cual se la pasa la mayoría del tiempo encerrado en su oficina, durmiendo e intentando ignorar las llamadas de su madre, la cual lo quiere emparejar a fuerzas. Sus empleados evitan interrumpirlo, no es bueno que lo despierten y ellos lo saben.

Ese día en especial, inició a trabajar un nuevo mesero. Los compañeros del chico le explicaron el funcionamiento del restaurante, cuáles eran sus mesas asignadas y muchas cosas más. Le repitieron muchas veces que por nada en el mundo se acercara a la oficina del dueño.

— ¿Cuándo conoceré al dueño?

— Eso no pasara.

— ¿Por qué no?

— No le gusta convivir con las demás personas, sólo permanece en su oficina y sale de ese lugar para ir a su casa.

— ¿Y si necesito hablar con él?

— Me lo dirás a mí y yo me comunicare con él cuándo esté disponible. — Respondió. — Más bien cuando esté despierto. — Dijo en su mente.

Debe ser más amargado que una cáscara de mandarina. — Pensó. — Ni guapo ha de ser.

Jung Hoseok terminó de aclarar ciertas dudas que tenía el chico y procedió a entregarle sus uniformes. El chico de sonrisa de corazón era el único hasta el momento, que podía ingresar a la oficina de Min. Incluso era el único al cual el peliplatinado no asesinaba con la mirada cuando lo despertaba.

Park Jimin, un chico rubio, ojos verdes claros, labios pomposos, alegre, y hermoso en todos los sentidos; escuchaba con atención a Hoseok. En su mente rogaba que al menos en ese trabajo si le tuvieran paciencia, y no lo fueran a despedir.

Ese ya era el quinto trabajo que tenía en el mes. ¿Por qué lo despiden de sus trabajos? Pues sencillo, el rubio tiene una fuerte y atrayente relación con el piso. Permanece más en el suelo que de pie. En todos sus trabajos lo despiden cuando el chico empieza a tropezar, se cae, y la mayoría de las veces rompe lo que llevaba en sus manos o lo que estaba a su alrededor.

No era su culpa, enserio pareciera que el piso fuera un imán que lo llamaba constantemente.

Inició su trabajo feliz y sonriente, Hoseok era un sol y le transmitía tranquilidad.

Transcurrió una semana y para su suerte no había caído en la tentación del suelo. En esa semana jamás vio al dichoso dueño y él tenía mucha curiosidad por saber cómo era.

Min tenía una rutina antes de dormir en su oficina. Se tomaba un vaso de Whisky, aflojaba su corbata, desapuntaba uno de los botones de su saco formal y se sentaba frente al gran ventanal con las persianas cerradas, sólo se dedicaba a escuchar a sus empleados; hasta caer dormido.

Pero cuando se cumplieron ocho días de que el nuevo empleado llegara a su restaurante, esa rutina cambió. Él no prestaba mucha atención a los que tenía bajo su mando, confiaba en Hoseok, y él solo se dedicaba a firmar los cheques para sus nóminas.

Un día estaba a punto de dormirse cuando un estruendo lo hizo abrir sus ojos. Los murmullos de sus empleados y la voz de Hoseok hicieron que se levantara de su cómoda silla, y mirara a través de las persianas.

— ¿Por qué no me dejan dormir? — Murmuró observando hacia el salón de su restaurante. — ¡¿Qué demonios pasa?! — Inquirió con sus ojos puestos en cierto chico tirado en el piso con sus cabellos cubiertos de spaghetti. — Por un empleado torpe interrumpen mi preciado sueño... — Se quedó observando cómo Hoseok ayudó a ponerse de pie al chico. — Tomó su celular y marcó el número de Hoseok. — Quiero dormir, maldición... — Esperó a que Hoseok contestara la llamada.

¡¿𝚈 𝚜𝚒 𝚌𝚊𝚎𝚜 𝚜𝚘𝚋𝚛𝚎 𝚖𝚒?! ||+18|| 𝚈𝚘𝚘𝚗𝙼𝚒𝚗.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora