。゚❁۪Capítulo 14 ུ °

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Los gritos se oían por toda la carretera, el carruaje era lento en su avance por, además de la nieve que parecía querer detenerlos a toda costa

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Los gritos se oían por toda la carretera, el carruaje era lento en su avance por, además de la nieve que parecía querer detenerlos a toda costa.

El frío nocturno era tan helado que los caballos que guiaban en carruaje se detenían de a poco por la falta de una capa que detuviera la nieve que caía al animal ya convaleciente de una nutrición escasa y casi mortal.

—Tenemos más mercancía —dijo uno de los mercaderes que estaba en la carpa del carruaje junto a un par de omegas que parecían estar al borde del colapso.

—Solo un poco más —dijo desesperado el omega ojiazul.

—¡Son tan ruidosos! —grito otro. —¡Maldita sea! —el hombre se paró, acercándose a los omegas que en un rincón hacían lo que podían mientras una nueva vida aparecía y lloraba.

La odisea no se había acabado.

—Cúbrelo —susurro apenas el rubio. —Por favor.

Louis cubrió al bebé que lloraba a cantaros con su abrigo, el que tenía el perfume de su alfa impregnado en él.

—¡Cállense! ¡Callen a esa cosa o juro que lo tírate a la carretera!

Louis dejó de llorar para poner atención a su amigo y al bebé que de a poco se calmó una vez su madre lo abrazó en medio del cansancio y el sudor.

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(Verne)

El reino que ya era cenizas se sometía a un mártir rey que creía que podía ser lo que ningún rey hasta ahora había sido, pero era difícil de comentarlo como un fácil palabrerío de algunos aldeanos sin que tu lengua fuese arrancada primero.

Noches de romenti fueron las que pasaron los Vernenses en su mártir desafino junto a un impostor que se hacía llamar rey y había cerrado toda librería, plaza y escuela del reino sometiendolos a un encierro hambriento de falta de comida y agua por la privacidad de aquellos privilegios que ya no eran la gente "común", como decía el usurpador de la corona.

Verne ya no era un reino dichoso en flora y valles, ahora era un reino sufriente y lamentos, con un aura que parecía quemar cada planta y flor del reino una vez más puertas fueron cerradas.

La mañana del tercer día después de que sonarán las campanas del reino un alfa de cabello largo, fornido y montado en un caballo, con muchos más de ellos, con el pecho descubierto y apenas un pantalón, apenas del frío de la temporada se hizo presente en las puertas del palacio.

Sus flechas con fuego desafiando el viento helado fueron lanzadas desde un triángulo de salvajes, todos llegando al pecho de los guardianes de las puertas. No se hizo más y la puerta principal se abrió mostrando un muy asustado beta que apenas abría la puerta ante la presencia de los alfas, betas y algunos omegas que con manchas de sangre seca en su piel se hacían presentes con un único objetivo.

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